sábado, 14 de abril de 2007

Cesantía y Emprendimiento

Bajo este título ya se han escrito cientos de artículos y columnas de opinión. Todas ellas hacen referencia a lo catalizador que resulta para la creación de empresas, el hecho de que una economía posea una mayor tasa de desempleo. El argumento tras esta tesis apunta a que un cesante, bajo la presión de los gastos personales y familiares, debe dar rienda suelta a su iniciativa y emprendimiento. De esta forma, el dependiente-cesante se transforma en un independiente-empresario que no busca empleo, sino que incluso lo genera.
Lo que pocas veces se ha planteado, es que la mayoría de los cesantes no tienen, por una parte, los recursos económicos básicos a arriesgar en el emprendimiento, situación propia de su condición, y/o por otra, cierta iniciativa requerida o conocimientos para lograr traducir la idea en una empresa, y que además ésta sea rentable. De hecho, a mayor edad, y por lo tanto mayores compromisos económicos (familia, salud, créditos, etc.) que se traducen en una mayor aversión al riesgo, disminuye la probabilidad de que la persona, carente de trabajo, logre emprender un negocio.
De manera adicional, el cesante de mayor edad, aquél sobre 50 años, es discriminado por muchas empresas que prefieren contratar jóvenes, a menor remuneración, que puedan ser “fácilmente moldeables” a nuevas culturas organizacionales, y ya adaptados casi “genéticamente” a las nuevas tecnologías.
Por último, la elevada rotación laboral de las empresas y la inestabilidad de los sectores industriales frente a los cambios y tendencias propios de la época que vivimos, predicen que todos, tarde o temprano, por iniciativa propia o ajena, dejaremos nuestro actual trabajo.
Por tales motivos, se hace indispensable aplicar un enfoque empresarial a la vida laboral de cada uno de nosotros, que anticipe tal compleja situación. La prescripción, por parte de cualquier experto en negocios, sería la de diversificar las fuentes de ingresos, así como evitar, en períodos de bonanza de la economía familiar, el aumento del nivel de gasto que acostumbre a uno, y a su entorno, a un nivel y ritmo de vida superior. La prudencia es la madre de la austeridad y es la abuela de la tranquilidad.
En los países desarrollados muchos de los trabajadores dependientes diversifican sus ingresos antes de enfrentar una situación de cesantía. Por ejemplo, ciertos ingresos que no gastan los invierten, y saben administrar, en sus bolsas de comercio. Destaca, incluso, como una moda, el que los trabajadores dependientes inicien, formen y desarrollen su propia empresa en paralelo a su trabajo. Esto gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías sabidas por todos, que permiten administrar, comprar y vender a distancia, como la telefonía móvil e Internet. Muchos jóvenes ejecutivos de empresas abren su propio cibercafé, o un restaurante, o un gimnasio, o un pub, o una empresa consultora, o una que preste servicios a la empresa donde él labora, etc. No existe dinero más rentable que aquél destinado al emprendimiento personal. Adicionalmente, en muchos casos el emprendimiento se relaciona y vincula con el pasatiempo del emprendedor, por lo que el ocio y el nuevo negocio son perfectamente compatibles.
Sin lugar a dudas, es mejor prevenir que lamentar. Una situación laboral y económica estable, permite tomar decisiones sensatas que encauzan el desarrollo de un negocio en paralelo al trabajo dependiente, y evitar de esa forma las consecuencias económicas y psicológicas de la cesantía, a la cual todos nos enfrentaremos, mejor o peor preparados.