miércoles, 11 de agosto de 2010

Industria Televisiva

La televisión en un inicio fue parte de la investigación y desarrollo al interior de algunas universidades pioneras en Chile. Hoy en cambio, sólo un canal de televisión queda en manos de una institución universitaria, puesto que Canal 13 fue vendido en la mayoría de su propiedad a la empresa privada. Esta situación ha alzado voces respecto a las líneas editoriales de los canales, ya que alejados la mayoría del mundo universitario, los contenidos programáticos podrían diferir de aspectos vinculados con la cultura.

En tal sentido, y como todos hemos sido testigos, los diferentes canales de televisión hace bastante tiempo se alejaron del contexto que les dio origen. Poca investigación en ellos se realiza, escasa extensión y algo de docencia universitaria, pero a la vista de la audiencia los contenidos están centrados en la entrega de información, el entretenimiento, y lo que a un tiempo a esta fecha se ha denominado “cultura entretenida”, concepto cuestionable.

Dicha programación y fines es plenamente justificable, a mi entender, desde el punto de vista del mercado. Desde hace unas tres décadas, y sobre todo desde la aparición de los medidores de audiencia, que los diferentes canales deben gestionarse bajo principios empresariales, como cualquier industria. Vale decir, los principios de oferta y demanda rigen los contenidos dispuestos en la parrilla programática. Es más, los cambios en la programación, en lo que se ha denominado “parrilla flexible” obedece justamente a los gustos y preferencias del masivo público, quedando pequeños oasis programáticos que permiten a sus directivos mantener la línea editorial originalmente dispuesta. Quejarse sobre los contenidos, es cuestionar los gustos y preferencias del público, y eso una empresa no debe hacer si se rige por criterios de mercado. Es más, el valor de venta de ellos depende exclusivamente del EBITDA, como hemos visto, por lo que la gestión debe estar orientada al mercado. No hacerlo es competir en desventaja, lo que claramente afecta los estados financieros.

Pues bien, si la programación representa el interés de la audiencia, ¿por qué cuestionar a los canales de televisión por programas que no son de nuestro gusto? El problema radica en que las preferencias del público pueden ser las no adecuadas, a nuestros ojos, pero eso depende del desarrollo sociocultural de la audiencia. Por lo mismo, la aparición del cable en los noventa y de internet en la década posterior han permitido refugiar a muchos quienes buscan diversidad, o bien contenidos más segmentados o profundos. No olvidemos al libro. Lamentablemente es la audiencia que no tiene acceso a otras alternativas las que debe conformarse con la programación de la masividad.

Acusar a los canales por regirse por criterios empresariales me parece injusto cuando somos nosotros mismos lo que hemos privilegiado, como sociedad, gustos y preferencias simples, y no centrados en cuestiones que permitan el desarrollo de la curiosidad intelectual en el formato audiovisual.