viernes, 29 de enero de 2010

Piñera: logros y conflictos

Aunque se diga que todo cambio es bueno para que todo siga igual, el triunfo de Piñera, a la luz de su programa, traería beneficios para nuestra Región. Básicamente se comprometió con dos nuevos hospitales, 8 “liceos de excelencia”, modernización de estadios deportivos, empleos y más carabineros. Pero en materia económica, ha precisado la importancia del mundo agrícola y del universitario, sectores claves de nuestra Región. En materia de logística, un gran aporte sería concretar el túnel a baja altura en la cordillera, que potenciaría el rol portal de la zona. Sin embargo, su gran compromiso nacional en materia económica es la generación de empleos, de más de un millón, para lo cual deberá fomentar la creación de empresas y la innovación, generando planes y políticas ágiles, que permitirían desarrollo económico pero que podrían ser conflictivas. Uno de los problemas a considerar será lo relacionado con la flexibilidad laboral, que si bien trae beneficios en materia de empleo, es rechazada por gran parte de los trabajadores, y así otras reformas que podrían ser interpretadas como un beneficio para el empleador y no para el empleado.

Presidente y Empresario

La campaña electoral del Sr. Piñera, a los ojos del marketing, fue planificada e implementada a la perfección, lo que, aunque no siempre augura el posterior triunfo electoral, llevó al candidato de la Alianza a ocupar el primer sillón de La Moneda. Sin perjuicio de lo anterior, propuestas concretas en su Plan de Gobierno, y errores del adversario como lo denominarían estrategas de guerra y ajedrecistas, fueron elementos también constituyentes de su triunfo.

Claro está que las competencias que debe de tener un candidato en campaña son diferentes, y quizás distan bastante, de las que debe poseer un Presidente de la República. Un buen gobernante no tiene por qué ser capaz de bailar como Michael Jackson, contar chistes, cantar “Si vas para Chile”, o realizar cualquier otro tipo de piruetas, que se asume por algunos como importantes para lograr la adhesión popular.

Un estadista debe tener otras habilidades capaces de gestionar un Estado, generar directrices y políticas potentes, y proyectar al país por sobre los temas del día a día. Muchos detractores cuestionan que las competencias para ser Presidente no son las mismas que las de un empresario, criticando así al elegido. En mi opinión, en el contexto de los actuales tiempos, se requiere que el gobernante sí posea muchas características de un empresario. Liderazgo, capacidad de formar equipos de trabajo, productividad - que por cierto falta en los países subdesarrollados - iniciativa, innovación, capacidad de trabajo, visión, y muchas más, son destrezas que se requieren para gobernar un país.

En el caso particular del Sr. Piñera, sus competencias como candidato sin lugar a dudas fueron superiores a las del Sr. Frei, y a mí entender, sus habilidades como empresario son un activo importante para su exitoso gobierno. El gran problema para muchos es que él es empresario y será Presidente. ¿Son incompatibles ambos roles? Algunos dirán que sí, otros responderán que no. Estoy convencido de que existe incompatibilidad entre ambos roles, puesto que podrían haber conflictos de intereses. Sea mi opinión generalizada o no, creo conveniente la justa separación de ambos papeles, y no sólo en términos de delegar la gestión de sus empresas, sino de la venta de las compañías donde podría existir tal conflicto de intereses.

Como estratega que es el Presidente electo, debería desligarse de la propiedad de la mayor cantidad de empresas, quizás de todas, ojalá de todas, puesto que es el gran argumento que tendrá la nueva oposición, sobre todo si acontecen hechos complejos de dilucidar, con la claridad que el público común requerirá para emitir juicios de opinión. Evitar malos entendidos futuros, permitiría al Sr. Piñera emplear sus dotes empresariales, y los propios de estadista, para un adecuado gobierno y demostrar así la compatibilidad de competencias entre el ser empresario y Presidente de la República.

Estupideces

En un vuelo corto, una rauda azafata me entrega un pequeñísimo paquete con maní salado. De aburrido, observo detalladamente el envase donde dice: “Instrucciones. Abra antes de comer”. Con humor, recordé una frase de Albert Einstein: “Sólo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana... y no estoy seguro de lo primero”.

Ignoro si la estupidez es tan infinita pero no me cabe duda que muchos de nosotros decimos o hacemos, de vez en cuando, estupideces. Por nombrar algunas: apuramos al ascensor apretando una y otra vez, y más fuerte el botón, o abrimos el refrigerador buscando algo para comer aunque sabemos que no está lo que buscamos, o bien cuando las pilas del control remoto empiezan a fallar presionamos más fuerte sus botones, o cuando utilizamos el microondas nos embobamos observando cómo gira la comida en su interior, o también si escuchamos un ruido extraño por la noche, preguntamos “¿Quién anda ahí?”, como si el ladrón contestase, “yo, el señor ladrón”.

También tenemos conversaciones o diálogos necios, como cuando llamamos a una Pizzería para encargar reparto a domicilio y nos preguntan “buenas noches, ¿qué se le ofrece? Y respondemos “llamo para pedir una pizza”. Lo mismo sucede en el video club, cuando le pasamos los DVD al joven de la caja y nos pregunta un obvio “¿las lleva?”. En las tiendas de ropa o librerías, cuando te preguntan si deseas algo, muchos respondemos “estoy viendo, gracias”, como si hubiese habido un milagro. Otros diálogos estúpidos acontecen cuando te cortas el pelo y muchos te preguntan si te cortaste el pelo, como si no fuese cierto.

Quizás aplicando simultáneamente la Ley de Pareto y la ley de Murphy se podría entender la Ley de Sturgeon. Ésta, aplicada en principio a la literatura de ciencia ficción, derivó a lo que se ha denominado la revelación de Sturgeon: el 90% de todo es estupidez. Suena dramático. Después de leer más sobre el tema y la supuesta proporción de sandeces, he asistido a varias reuniones sociales, cumpleaños, cenas, y actividades laborales. Escucho en ellas historias y anécdotas, que si bien son estupideces, representan un refrigerio para nuestras mentes. Destaco frases como: “se han dado cuenta que los árboles de limones siempre están con peste”, o “sabían amigos que al seis lo inventaron en un dos por tres”.

Si bien la regla se aplica bastante en lo social y recreativo (dado que buscamos distracción y esparcimiento), también he descubierto que es válida en el mundo empresarial. Aunque la comunicación en ambientes laborales sigue patrones más formales, muchos de los temas, de los acuerdos, de las discusiones y decisiones no perduran. Se esfuman. Haga usted un recuerdo de tantas y tantas reuniones y citas que, vistos con la distancia del tiempo, fueron sólo verbosidades. Adicionalmente, y con franqueza, no todas las conversaciones al interior de la empresa son con afán laboral. Algunas tienen como propósito mejorar el clima organizacional con juegos como el amigo secreto y festejos varios, y otras, cotidianas, son simples “sacadas de vuelta”, pequeños descansos, como el cafecito, el cigarrito y otras actividades que al ser nombradas con diminutivos suenan inocentes.

Nos guste o no, la vida está llena de momentos, acciones y conversaciones simples, que si bien parecen no tener sentido, sí se lo dan a nuestra vida. La gracia está en saber contextualizar la estupidez, que si bien cobra significancia en lo recreativo, muchas veces nos distrae en lo productivo, haciéndonos perder el tiempo para el posterior recreo merecido.

Por lo mismo, las tonteras, payasadas y boberías en sus momentos oportunos, más allá de ser un ocio absurdo, adornan nuestras vidas y mantienen nuestra infancia espiritual que nos permite recobrar las energías para el trabajo bien hecho.





Dakar: problema cultural

No deja de sorprender la belleza del territorio nacional visto a través de las tomas aéreas que realiza la televisión durante el Dakar. El desplazamiento de los motorizados sobre las arenas del desierto, no sólo nos motivan a recorrerlas a través de nuestros medios, sino que sin duda permite promocionar a Chile como destino turístico, potenciando la marca país.

Es por esta razón, que el Gobierno de Chile hizo lobby para que esta mundial carrera se realizara por nuestras tierras. Es más, entregó algo más de un millón de dólares para que Carlo de Gavardo compitiera bajo la marca “Chile” en un Hummer, auto similar a un camión, diseñado para asuntos bélicos, y que de vez en cuando se ven por nuestras estrechas calles.

El pronto fracaso del deportista nacional despertó la crítica de otro piloto nacional, Eliseo Salazar, quien cuestionó enérgicamente la “inversión” del Gobierno, dado que de Gavardo no tenía la experiencia en ese tipo de vehículos. Esto generó críticas de varios otros pilotos, bien apoyando a uno o a otro.

Sin entrar en la polémica técnica automotriz, existe un argumento expuesto por Salazar que me hace pleno sentido: ¿cómo se evalúa si la inversión a realizar para promocionar la marca país da resultados económicos positivos? Entonces pregunto ¿cómo se evaluó ese proyecto y a través de qué indicadores se medirían sus resultados?

Lamentablemente los países latinoamericanos nos caracterizamos, a nivel empresarial y por lo aquí expuesto en otras áreas también, por no establecer indicadores de medición de resultados sobre los objetivos y medidas. Esto perjudica en determinar si lo optado es finalmente lo correcto. Expongo un caso, que a mi juicio no ha tenido el análisis que merece.

Hace unos años, se estableció por ley que todo vehículo que transite en carretera debiese circular con sus luces encendidas, no sólo de noche, sino en cualquier momento del día. Su fundamento se centraba en que dicha medida permitiría disminuir los accidentes de tránsito, bastante numerosos y dramáticos al ser a altas velocidades. Desde que entró en vigencia la normativa, todos hemos tenido que obedecerla, y quien no lo ha hecho, ha debido pagar las multas correspondientes. ¿Han disminuido los accidentes de tránsito en carretera? ¿Se ha expuesto los resultados, en términos de números de accidentes evitados o de número de personas no fallecidas?

Un cambio cultural en el establecimiento de indicadores mensurables, permitiría verificar si las medidas tomadas son realmente efectivas, y eventualmente corregirlas, o tomar otras decisiones que implique lograr el objetivo planteado. Esto debería ser parte de la cultura del mundo de los negocios, y de todas aquellas decisiones tomadas en función de metas, ya que si no se practica nos enfrentaremos permanentemente a situaciones donde no existen evidencias para demostrar que una decisión no es un simple e innecesario despilfarro de recursos.

El camino de la in-seguridad

Los actos terroristas acontecidos en 2001 y cuyas imágenes impactaron a todos, implicaron un aumento en las medidas de control para abordar un avión comercial o para acceder a determinados edificios o espectáculos masivos. Pero producto del episodio acontecido en Navidad, donde un pasajero de un avión no fue detectado con explosivos a bordo, es que nuevamente hemos caído en la histeria por la seguridad. Por lo mismo, se han implementado nuevas medidas, entre ellas la revisión exhaustiva de todo el equipaje, la prohibición de usar cualquier aparato tecnológico en la cabina, la eliminación de la información sobre el vuelo que estaba disponible para los pasajeros durante el vuelo, y la imposibilidad de ponerse de pie, al menos una hora antes de la llegada a destino.

Otras medidas tomadas, se refieren a la revisión de los pasajeros antes de abordar el avión. Se adquirieron por parte de numerosos aeropuertos escáner corporales, instrumentos que no sólo detectan el porte de artículos de metal, que tanto incomoda a quienes llevan monedas en sus bolsillos y que tienen por objetivo la detección de armas blancas o de fuego, sino además permiten fotografiar al cuerpo sin ropa, como una radiografía de tu organismo, que te desnuda para verificar si transportas explosivos, u otras sustancias, que podrían ser materia prima de algún explosivo.

Sin lugar a dudas que el vuelo es más seguro, pese a lo demoroso del procedimiento, pero su implantación trae otras ingratas consecuencias. El pudor de algunos a exponer su cuerpo, ha causado muchos reclamos en los aeropuertos, así como el eventual uso que se le podría dar a las imágines. La filtración de ellas y su posterior divulgación traería problemas de variada índole, entendiendo que muchas de ellas podrían tener alto valor comercial, como la de famosos artistas, políticos, religiosos, menores de edad, y en general, otras, que podrían alimentar un mercado insano pero existente, aun cuando este procedimiento reemplaza la también ingrata revisión manual.

Estas nuevas medidas de seguridad, tarde o temprano, serán nuevamente sobrepasadas, y quedará en evidencia su fragilidad. Al igual que lo que acontece con los billetes. El plagio de ellos, obliga al Banco Central a emitir nuevas versiones con más medidas de seguridad, que pronto serán superadas por el ingenio mal aplicado. También sucede con la seguridad en las empresas y en nuestros domicilios. Los pequeños muros que caracterizaban los antejardines de las casas de nuestras ciudades, y que no impedían el travieso hurto de flores, han sido reemplazados por elevados muros y cercos de seguridad, muchos de ellos cargados con electricidad, que sustituyen aquellos trozos de botellas de vino que amenazaban a los delincuentes.

Este es el camino de la seguridad, que al parecer no tiene término, y que ignoro si nos hace vivir más tranquilos en un mundo cada vez más inseguro.

Tu lema es tu condena

La comuna de Valparaíso está próxima a estrenar su nueva imagen ciudad. Tras meses de trabajo, muy serio y profesional sobre su identidad, los expertos definieron un nuevo logo para la comuna. Éste viene a reemplazar a aquel fallido sombrero, como de tango o similar, que hizo su debut, y al parecer su despedida, en 2007, y a muchos otros, entre los que destaca el creado a propósito de la celebración de los 450 años de la llegada del Santiaguillo. Este logotipo, es sin duda, el más recordado e ignoro por qué no se aplica nuevamente.

En el mundo empresarial sucede a menudo que, frente a cambios de gerencias, se modifica también la imagen corporativa. El cambio en la imagen se debería producir por una variación en la identidad, es decir, si se modifican ciertos atributos que definen a algo, lo que se debe proyectar también debe ser transformado. El problema acontece cuando lo único que cambia es la imagen y no la identidad, casi por un asunto de capricho o de antojo, y no por las debidas razones técnicas.

Viña del Mar también ha cambiado su imagen, pero a nivel de lema. Su slogan “Viña ciudad jardín”, aún repetido a los turistas cuando recorren nuestras calles, quedó en el pasado junto al desarrollo inmobiliario. La Población Vergara poseía nutridos jardines, cuando las semillas y patillas eran traídas desde el exterior por las socias del Club de Jardines, o las recolectaban desde el parque del Palacio Vergara, cuya colección de flora era exótica en el contexto del siglo XIX.

Cuando los jardines fueron limitados a reducidos espacios públicos, Viña del Mar cambió su lema a “Viña encanta”. Con esta frase se escucharon mofas, comentarios irónicos, ya que difícilmente una ciudad puede “encantar” si uno es víctima de un delito, o si quedó inmerso en un veraniego “taco” vial, y así otros ejemplos, donde una situación normal y ordinaria podía adornarse con burlas sarcásticas. Quizás habrán habido razones técnicas para modificar nuevamente el slogan de Viña del Mar, apareciendo el actualmente utilizado “Viña ciudad bella”.

No me cabe duda de la belleza de la ciudad, en el contexto sudamericano, pero al parecer los lemas terminan condenando a esta comuna. Esto, porque frente a cada circunstancia en que la belleza urbana se pone en jaque, la ironía hace de las suyas, y con bastante razón. Por ejemplo, difícilmente una ciudad puede ser bella cuando se atiborra de publicidad vial. Mención destacada son los nuevos “lomos de toro” construidos en calles como 2 y 3 Norte, que ocultan tubos, y que, puestos entre los permanentes baches causan la molestia y desazón de todo aquel que se moviliza en automóvil, o pone en riesgo el equilibrio del motociclista, que sin ser necesariamente esteta, mediante su brinco comprende que el lema de la ciudad la condena a buscar una imagen que proyecte la identidad de lo que realmente somos, y no cursilerías pasajeras como su actual slogan.