miércoles, 27 de octubre de 2010

Debates y Familia

Durante estos días se está llevando a cabo el II Torneo Internacional de Debates que organiza la Universidad Santo Tomás. Equipos de estudiantes de diversas universidades de Latinoamérica están compitiendo defendiendo con argumentos sus posturas en diversos temas de interés. Atrayente resulta observar la preparación de cada integrante, la colaboración y el trabajo en equipo que demuestran, y por supuesto, el espíritu de sana competencia que posee el torneo. Pero de todo lo observado, el desarrollo de torneos de debates como éste, y su preparación al interior de los equipos, permite desarrollar diversas competencias entre los estudiantes, entre las que destaca la preparación de líneas argumentales para debatir y defender sus posturas, sus líneas de pensamiento.

La reflexión facilitada por lo anterior, es si en nuestra sociedad, en nuestra comunidad, existen instancias de diálogo donde se puedan debatir grandes ideas. Da la sensación que cuando se debe debatir, cuando se requiere conversar y dialogar, buscamos cualquier excusa para no hacerlo. Preferimos incluso postergar la conversación, o tratar de negociar o transar, antes de poner un tema en el tapete y dialogar en torno a él. Como barrio, ciudad, región y como país tenemos una serie de temas pendientes. Desde problemas de estacionamiento en el plan de una ciudad, hasta si se concede salida al mar a un país vecino y bajo qué términos. Por otro lado, cuando surgen temas a raíz de una serie de reseñas, muchas veces las posturas apuntan, no sólo a no dialogar, sino a defender opiniones extremas bajo ningún argumento.

Pues bien, el desarrollo de competencias vinculadas a la capacidad de argumentar y dialogar, que tan bien se logran en torneos de debates, tiene su origen en la familia y en el colegio. El educar con un simple “No” a una determinada conducta, sin los argumentos que explican la negación que demuestran el por qué no se debe desarrollar la conducta, apunta en línea contraria, mientras que la conversación con respeto frente a posturas diferentes dentro del hogar y del colegio, facilita el diálogo, la construcción de evidencias, la capacidad de análisis, la empatía, el respeto, y el desarrollo de la personalidad basada en la tolerancia.

Por lo mismo, si deseamos construir una sociedad donde reine el diálogo y la tolerancia a divergencias de pensamiento, muy necesario por cierto en la formación de los futuros profesionales y ciudadanos globales, es fundamental no sólo la consolidación de programas de debates en instituciones de educación superior, sino además el generar espacios de conversación en el hogar, donde sus integrantes puedan dialogar sobre lo que les pasa, y sobre lo que pasa, intercambiando opiniones. Por diversas razones cada vez existen menos momentos de conversación dentro del hogar, pero los que hay, o los que hay que generar, deben de cuidarse como un tesoro familiar, de unión y de formación.

jueves, 14 de octubre de 2010

Rescate Rentable

Probablemente en los próximos días las autoridades de gobierno darán a conocer el costo total de la operación San Lorenzo, que rescató a los mineros de la profundidad de una mina colapsada. Dicha cifra será analizada y comparada de diversas formas y métodos, con lo gastado en otras operaciones como las relacionadas al maremoto y terremoto de principios de año. No siendo confrontables, pues todas tenían por objeto salvaguardar la vida humana, no me cabe duda que el costo unitario de la Operación San Lorenzo será ampliamente superior a cualquier otro rescate acontecido en Chile. Esto no sólo por el elevado numerador del cálculo, sino también por el reducido denominador: 33. Pues bien, la cifra gastada se justifica plenamente por el hecho de salvar una vida, por lo que más se justifica cuando se refiere a la de treinta y tres personas. Pero podríamos hacer el ejercicio de no considerar aquello y buscar otro argumento. Y lo hay.

El actual gobierno tiene una capacidad de comunicación admirable, y prueba de ello fue la impecable transmisión de la operación de rescate, con todas sus emociones, desde diversos ángulos y perspectivas, como si se tratase de un programa de televisión global. Las imágenes oficiales subidas al satélite y de libre disposición internacional fomentaron la amplia cobertura mundial. Como televidente uno podía observar la maratónica transmisión “en directo” de diferentes medios importantísimos a nivel internacional, así como en calidad de internauta se podía apreciar el streaming en diversos medios. En muchos países la transmisión del rescate superó en rating a los programas de televisión locales líderes en sintonía, así como diversos medios compararon el rescate con acontecimientos históricos como la llegada del hombre a la Luna. Por poner una cifra de todas las que están en mi escritorio: la transmisión fue vista por un 25% más de audiencia que el mundial de fútbol de este año.

Por lo mismo, ¿cabe duda de que la imagen de Chile en el mundo no cambió? ¿Qué atributos como nación mostramos durante el rescate? ¿Coraje, valentía, esfuerzo, calidad, perseverancia, tecnología, capacidad, valores, etc.? Ignoro cuáles pues habría que realizar una investigación de mercado para detectar los atributos de imagen, pero no me cabe duda que hoy la imagen de Chile es mejor que la de hace una semana. Y eso tiene un valor económico importante, pues Chile vende bienes y servicios al mundo bajo una marca país, la cual hoy vale mucho más, y ese valor adicional supera ampliamente la cifra del rescate, aun desconociéndola, aun ignorando que por el sólo hecho de salvar una vida ya está más que justificada.

Sin embargo, lo más interesante de esto, y lejos lo más admirable del equipo de gobierno, es que esta altísima rentabilidad se asocia siempre a un enorme riesgo: ¿qué hubiese sucedido si el rescate hubiese fallado ante cientos de millones de espectadores? El gobierno tuvo la capacidad de evaluar el riesgo y jugársela por una operación a nivel mundial que agregó valor a la marca Chile.