lunes, 29 de marzo de 2010

La vida sobre roca.

Recorrer las calles después del fuerte terremoto es descubrir casas y edificios que, en mayor o menor medida, fueron dañados en su estructura y/o en sus terminaciones. Deterioros que perjudican a quienes habitan en ellos, no sólo con la molestia y perjuicios que de ello deriva, sino también en observar la fragilidad que representa lo por las personas construido, parangón de nuestras propias vidas, y que sirve para comprender y entender el riesgo permanente en que vivimos, si no logramos construir nuestra existencia sobre un terreno sólido, sobre una firme roca.

Asumir que los daños se pueden representar por enormes sumas de dinero, es engañarnos y olvidarnos que lo realmente trascendente nunca es cuantificable. Se puede presupuestar lo físicamente dañado, pero imposible es evaluar en dinero lo que no se puede transar con monedas. Es que siempre se nos termina olvidando lo inmensurable: apreciamos cómo la naturaleza con su rabiosa personalidad daño nos causa, pero no logramos dimensionar a la pecaminosa humanidad, que con su actuar, con o sin sismo, nos da señales permanentes que los daños estructurales, no sólo radican en los bienes inmuebles, sino también en el operar de los hombres y mujeres. Pues bien, situaciones extremas como las vividas últimamente no hacen más que exponer la fragilidad de la sociedad, de nuestra propia comunidad, ya que es justamente ella misma la que ha visto tambalear su propia estructura, sin quizás los pilares que suponíamos, y exponiendo fallas estructurales donde antes veíamos lozanía.

¿Qué nos pasó? ¿Por qué siempre terminamos olvidando lo que es bueno? ¿Por qué el éxito económico como país nos reveló como una sociedad débil en lo moral? ¿De qué nos sirve tantos logros económicos y tratados internacionales, y productividades maximizadas, si finalmente como nación terminamos perdiéndonos a nosotros mismos? ¿Dónde queda nuestra alma nacional? Si bien sabemos que edificar sobre arenales tiene sus riesgos, ¿por qué no hemos sabido entonces construir nuestra sociedad sobre roca? Sobre esa misma roca en que se edificó la Iglesia, y que ha resistido dos milenios pese a la presencia del pecado, como falla geológica en la imperfección humana.

Queda claro que la moralidad puesta a prueba no resiste grandes sismos, y se muestra frágil. Tras una improvisación de la existencia, las grietas reflejadas en el alma, son el espejo de nuestra humilde condición de pecador. Construir nuestra Fe sobre roca, es construirla sobre Cristo, sobre alguien que fue marginado, rechazado y crucificado. Es construir nuestra vida con cimientos que permiten, frente a la inevitable llegada del pecado, sólo tener fisuras mínimas propias de nuestra condición humana. Por lo mismo, Dios envío a su Hijo, para que todo aquél creyese y tuviese vida eterna. Reconocer que no somos capaces de resistir sismos espirituales y que sólo el gran Arquitecto puede sostenernos, es abrir nuestro corazón, nuestra alma, nuestro espíritu, para que Él obre en nosotros, con lo que necesitamos: Fe, esperanza y amor.

martes, 16 de marzo de 2010

Trabajo y Temblores

“Ya estamos chatos con tanta réplica” le respondieron a un amigo gerente su equipo más cercano. Él cada mañana al llegar a su oficina consultaba con un clásico, monótono y rutinario “Buenos días, ¿cómo están?”, pero la respuesta de esa jornada le llamó la atención y la tensión. Notaba, desde que ocurrió el terremoto, que los trabajadores de la empresa estaban más ansiosos e inseguros en su actuar, perjudicando el ánimo de la organización y su gran dilema es cómo lograr motivar a su equipo en estas temblorosas circunstancias.
Indudablemente los hechos acontecidos en las últimas semanas son excepcionales. Esto porque su ocurrencia no es seguida, y porque la magnitud de todas maneras fue asombrosa. Por lo mismo, las personas hemos vivido diferentes emociones, desde situaciones altamente adrenalinitas como el mismo terremoto, hasta acontecimientos de impacto emocional interior, como experiencias familiares derivadas de los sismos, o simplemente la exposición a diferentes dramas a través de los medios de comunicación.

Capítulo aparte, en todo este enjambre, fue la alerta de tsunami de hace unos días, donde la gente corrió angustiada por los planes de Valparaíso, Viña del Mar, y el resto de comunas con costa, alertada también por angustiados carabineros que, cumpliendo órdenes, gritaban la alerta de tsunami como si la ola se encontrase a escasos metros, muy estilo Spielberg, produciendo un caos, y haciendo que la desinformada y angustiada población, corriera innecesariamente hasta lugares donde ni la famosa ola de Katsushika Hokusai podría llegar. Si a esto se le agregan cortes de agua y de luz y la incertidumbre de la continuación de los servicios de telefonía móvil, no es para menos afirmar que estamos todos tensos, por no decir locos. Los recuerdos de las vacaciones ya dejaron de ser un bálsamo que alivia el regreso al trabajo, puesto que lo acontecido, y todo lo que deriva de aquello, no nos ha permitido tener un marzo normal, y quien sabe augurar algo por abril.

Es en las empresas donde peor se puede vivir una situación de emergencia, ya que la lejanía con los familiares, la angustia de no saber de ellos, y la ansiedad generalizada y catapultada colectivamente, impiden sobrellevar los segundos o minutos de las ya odiosas réplicas. No es la solución definitiva, la cual sólo podría pertenecer al Creador, pero sí un recurso útil para quienes ocupan un puesto directivo: conversar sobre lo acontecido, servir de apoyo y colaboración, entender y comprender, empatizar con quienes más miedo y angustia tienen, junto con planificar qué hacer y cómo operar en caso de una réplica mayor. Por lo mismo he incentivado a amigos gerentes y directivos de empresas e instituciones a iniciar una campaña que, adicional a los planes de evacuación y emergencia, contribuya con dar sobre todo tranquilidad a sus equipos, paz que se contagia también a sus familias.

viernes, 5 de marzo de 2010

Impuestos y Populismos

Llega a su fin la rebaja transitoria del impuesto específico a las gasolinas, que se tradujo en una reducción de un valor de 6,0 UTM a 4,5 por metro cúbico. Este aumento en 1,5 UTM en valores de precio final para los usuarios se traduce en una crecida de entre 50 y 60 pesos por litro de bencina, equivalente aproximado al 10% de su precio. La explicación a este tipo de impuesto, es, entre otras, que la utilización de este producto ocasiona diversos daños ambientales y de higiene, que generan gastos para el estado en salud y medicina.

En mi opinión, el alza de este impuesto no afecta la recuperación de la economía. Todo lo contrario, permite al Presidente electo llevar a cabo sus intenciones de realizar diversos subsidios en materia tributaria, para pequeñas y medianas empresas, en un escenario donde se hace vital, para la ansiada recuperación económica, la generación de puestos de trabajo, cuando más y más personas desean trabajar frente a las positivas perspectivas de crecimiento económico. Esto, más otros programas sociales, son fuertes argumentos para eliminar la rebaja transitoria y mantener el impuesto en los niveles de antaño.

Eventualmente la única razón sensata para extender esta rebaja es la creciente alza en los precios del petróleo a nivel internacional, debido al crudo invierno del hemisferio norte y sobre todo a las restricciones en su oferta por parte de los productores, por lo que el alza en el precio final ejercerá, sin duda alguna, una presión inflacionaria, a la ya existente por las razones de mercado que implica el sismo pasado.

Se ha señalado por parte del Presidente electo, en una primera instancia, que dicho impuesto volverá a su nivel anterior, respetando entonces la naturaleza transitoria del mismo, empero la medida fue detenida, al menos en su comunicación, para después del 11 de marzo. Su intención de eliminar la rebaja genera la confianza en que el nuevo gobierno no cae en populismos, propios de muchos gobernantes latinoamericanos, sino que actúa con la seriedad que merece. Y por lo mismo, la forma en que se comunique que el impuesto retorna a su nivel es clave en su reimplantación, ya que de ello dependerá la forma en que el ciudadano entienda la medida, sobre todo con los altos niveles de sensibilidad que hoy las familias poseen fruto de los eventos acontecidos.

Hoy, el terremoto podría ser la excusa perfecta para mantener la rebaja impositiva, o el argumento justo para retornarlo a sus valores correspondientes. La seriedad de la nueva administración hará que dicho impuesto permita colaborar con la reconstrucción, no distrayendo recursos destinados a mejorar los perjuicios de la utilización de la bencina. De esta manera, se podrán destinar recursos extraordinarios para mejorar la economía, su productividad y competitividad, ya que el fin de ésta es el mejoramiento de la calidad de vida de las personas. Chile, y su hermosa y rabiosa geografía, necesita más que nunca la seriedad en su manejo económico.