viernes, 19 de octubre de 2007

Nación y Familia

En días pasados S.E. la Presidenta de la República visitó oficialmente Italia y el Vaticano, correspondiéndole una audiencia privada con el Papa. Hay que destacar las palabras de la Presidenta, la que, en representación de toda la Nación, agradeció el rol y la acción de la Iglesia Católica en Chile.

Concretamente, la Presidenta hizo presente tres aspectos importantes: en primer lugar, el agradecimiento del pueblo de Chile a la Iglesia, en la persona del Papa, por lo que ésta había hecho y hace en relación al respeto de los derechos fundamentales de las personas en nuestro país; en segundo lugar, personificar esos agradecimientos en quien destacó en esa acción, como fue el Cardenal Raúl Silva Henríquez y, finalmente, la coincidencia entre ambos dignatarios en lo referente a la defensa de la familia.

Estos no son temas menores. Por el contrario, si se los medita, cada uno de ellos tiene una relevancia trascendental. Lo primero, el dar gracias al Pontífice, en nombre de todo un país, por la acción de la Iglesia en defensa de los derechos de las personas. Si bien la Iglesia no necesita agradecimientos ni hizo o hace tal defensa de las personas para que se los agradezcan, constituye una virtud de quien realiza el acto de reconocimiento y de agradecimiento. Si lo hace una Presidente de la República a nombre de toda una Nación, más aún si no es creyente, se puede dimensionar el valor de este gesto, que si bien no era obligación, era necesario hacerlo. Agradecer es siempre bueno.

Lo segundo, valorar una persona de Iglesia, como fue el Cardenal Silva Henríquez y configurar en él ese quehacer relevante y reconocimiento de la Nación, también es un hecho a destacar y a meditar. Es un ejemplo para quienes todavía hoy tienen que trabajar en defensa de los derechos de muchas personas que no les son reconocidos, aún en el Chile de hoy.

En tercer lugar, y no por ello menos relevante, el hecho de reconocer que existe una concordancia entre el Gobierno de Chile y la Iglesia Católica en relación a la defensa de la familia no puede ser algo que deje de ser connotado. La defensa de la familia implica una serie de aspectos y áreas que deben ser analizadas más profundamente, para poder verificar que exista esa coincidencia más allá de lo discursivo. La defensa de la familia se debe traducir en el respeto a la vida, al compromiso del matrimonio, al respeto y acogida a quienes se separan, a la educación y formación valórica, entre otros aspectos fundamentales.

Esta coincidencia de pensamiento así manifestada, deberá concretarse en acciones de gobierno de la más variada índole, inclusive económicas, que efectivamente prioricen a la familia, esta cédula fundamental de la sociedad, más allá de las meras declaraciones. Podemos hablar de cómo un país y una nación progresa en lo económico, pero siempre considerando, que cualquier crecimiento en esta materia, no tiene sentido si no conlleva espacios de desarrollo que hagan de nuestra sociedad, una nación donde se privilegien los principios fundamentales que permitan un verdadero desarrollo.