miércoles, 29 de abril de 2009

Liderazgo Obama

Sin lugar a dudas las personas necesitamos un buen líder. Alguien en quien creer, que nos motive, que nos guíe hacia alguna meta, alguien con quien compartir los valores esenciales de un proyecto y que nos mueva hacia su acción.

Y es eso justamente el gran resumen de los primeros 100 días del nuevo presidente de los Estados Unidos Barack Obama, el ser un líder de su gente, de su pueblo. Y en cierta forma, también de gran parte del mundo.

Es que al igual que lo que sucede en el ámbito de la empresa, las personas necesitamos confiar en quien nos lidera. Cuando en las organizaciones se pierde esa confianza que los empleados tienen sobre las capacidades de su superior, o del cuerpo directivo de la compañía, las metas, más que sueños, parecen simples propósitos sin sentido. Por lo mismo, parte esencial del trabajo directivo debe estar enfocado a lograr el clima de confianza que dé sustento a una organización orientada al logro.

Un buen líder debe ser capaz de generar la base de confianza que le permita posteriormente cautivar al equipo hacia el porvenir comunitario. Perder la fe por parte de los miembros, no sólo se traduce en la incapacidad del líder de incentivar o motivar, sino que genera una aversión a sus palabras y desde luego a sus acciones, que conlleva sólo a la necesidad de cambiar, no sólo el estilo de liderazgo, sino también al líder incompetente.

Y eso fue lo que sucedió en Norteamérica: Bush, quien fue líder en su minuto, sólo logró las suspicacias de su pueblo, que demandó un cambio, una esperanza, mensaje central de la campaña de Obama. Esto no se produjo porque Bush haya modificado su estrategia, sino porque el escenario mundial cambió: se derrumbaron las torres gemelas, se derrumbaron los mercados bursátiles, se derrumbó la popularidad americana en el resto del mundo. Por lo mismo, Obama surgió como héroe sin haber hecho nada más que unos admirables discursos.

Una vez electo, muchas son las decisiones y acciones que ha realizado en estos meses, pero sin lugar a dudas su gran aporte a la cotidianidad citadina fue que devolvió a los estadounidenses la confianza en quien lo gobierna. Y esto se siente en su ciudadanía ahora más comprometida con su proyecto.

Es que es “confianza” lo que el mundo más necesita, cuando los mercados bursátiles poseen altos niveles de incertidumbre, o cuando la gente se apresta a salir con mascarillas a la calle para evitar caer enfermo, o cuando te revisan por completo al subir a un avión, o cuando la personas se llenan de alarmas para alejar de sus dominios a la delincuencia.

Por lo mismo, los candidatos y precandidatos presidenciales chilenos deben tomar conciencia que si no logran transmitir confianza, difícilmente podrán ganar una elección, ya que en épocas de crisis financiera, de epidemias, de terrorismo, de delincuencia, la gente lo que busca es la solidez de un buen líder, que transmita la seguridad que se requiere en un mundo que no nos deja de sorprender por su cotidiana incertidumbre, pero que nos encanta por el proyecto que significa construirlo.