jueves, 16 de abril de 2009

Crisis de talento

“Una crisis de talento acontece en una empresa cuando la inaptitud de algunos de sus miembros otorga una desventaja competitiva, que podría explicar una rentabilidad inferior a la de la media del sector industrial.”

Todos hemos tenido algún día de furia. Si asumimos que el equilibrio de hechos positivos y negativos de cada uno de nuestras jornadas posee una distribución estadística de tipo normal, podríamos afirmar que en la mayoría de ellos, asuntos positivos compensan los negativos, mientras que sólo unos pocos se caracterizan por reunir “puras cosas buenas” y otros, “puras cosas malas”. Estos últimos son los días de furia.

Pero esta sumatoria de hechos negativos dentro de las mismas 24 horas, obedece en muchos casos a la simple incompetencia humana, que se tradujo en el topón del auto, en el vendedor que se equivocó al envolver la compra, en el recado que nunca se recibió, en la compra de acciones que no se realizó, en la hora al médico que incorrectamente le dijeron y un largo etcétera que implicó asumir el error del otro, y muchas veces contener la rabia a fin de mantener la condición de caballero o el ejercicio humilde del autocontrol.

Rabia, porque uno se percata que muchas veces el otro no se esforzó de manera adecuada para hacer correctamente lo suyo. Simplemente obró sin hacer de aquel acto una obra especial, algo que pudo haber sido mejor, idealmente perfecto.

Pero no siempre un acto de resultado mediocre se debe a una actitud débil, no esforzada. Puede también ser producto simplemente de una inaptitud, de una carencia de lucidez, de necedad, de falta de talento.

Sin talento no se puede lograr lo grande, sino sólo aquello al alcance. Le aseguro que por mucho esfuerzo y ganas difícilmente podríamos hacer todo bien y menos intentar de hacerlo perfecto. Pero he ahí el detalle importante donde no puede faltar lucidez: la honestidad de reconocer para qué somos “buenos” y en qué no.

Asumir que somos talentosos en todo sólo perjudica a quienes deben asumir nuestra debilidad y nos expone innecesariamente al juicio externo. Pero también, no cultivar nuestros talentos es asumir que la existencia puede ser vivida en la mediocridad.

Una crisis de talento acontece en una empresa cuando la inaptitud de algunos de sus miembros, de los que más influyen en las decisiones, o de los responsables del cumplimiento de las mismas, otorga una desventaja competitiva, que podría explicar una rentabilidad inferior a la de la media del sector industrial, y a la larga, la desaparición de la empresa, y obviamente, la reconversión de muchos en nuevos cargos y responsabilidades.

Saber cuáles son los talentos de cada uno y cuidar al talento dentro de la empresa son labores del directivo de cualquier organización. Pero por sobre todo el gerente debe entender que las crisis de talento son en verdad crisis de reclutamiento y selección de personas, puesto que es este proceso el que ha fracasado, muchas veces originado en la escasa capacidad de la misma empresa de atraer y de captar fuentes de talento que la hagan crear un círculo virtuoso y propio hacia la excelencia.