miércoles, 22 de abril de 2009

Donación de Órganos

Fue durante tres meses que el país completo acompañó a una familia en un Vía Crucis muy particular: su hijo necesitaba un trasplante de órgano. A diferencia de otros casos, éste tomó una dimensión bastante mediática, que incluso significó fuertes debates sobre el tema y desde variadas perspectivas.

El triste desenlace, hace ya unas semanas, también fue acompañado de diversas reacciones en torno a cómo se debiese manejar este tema para evitar dramas y complejidades. Lamentablemente una vez alejado del epicentro de la opinión pública, este debate se enfrió. Por lo mismo, es momento de analizar algunos de los planteamientos realizados, a fin de mantener este tema en el nivel de relevancia que requiere.

Se señaló que la discusión sobre la donación de órganos se debería de dividir en dos grandes partes: la primera más de orden procedimental y la segunda fue llamada de orden moral, aunque creo que el uso de este concepto es poco afortunado. Procedimental ya que toda donación requiere una logística y gestión adecuada que permita una efectividad mayor a la actual. El segundo punto, se vincula más hacia el responder las verdaderas causas del por qué las personas no donan sus órganos, para de esta forma remediar la situación en esta perspectiva. Incluso se postuló la idea de sociabilizar a través de una campaña su trascendencia.

Dividir el tema en dos podría tener la ventaja de apuntar a dos focos que efectivamente son necesarios de ser atendidos y así lograr mejorar el sistema actual. Sin embargo, a mi entender separar la logística de la donación en sí, trae consigo la dificultad de resolver el problema en parcialidades, obteniendo resultados también parciales.

Esto, porque el procedimiento por el cual se le solicita la donación de órganos a una familia debe ser el adecuado, entendiendo la difícil situación que dichas personas están viviendo. No es fácil, cuando aún no se ha vivido el luto, tomar la decisión de intervenir al cuerpo de aquel ser querido, que aunque ya no esté en espíritu, nuestra limitación humana lo percibe como tal.

Por lo mismo también se ha postulado la idea de que todos seamos donantes, por el simple hecho de ser chilenos. Esto a mi juicio no corresponde, ya que no podemos considerar que el Estado es el propietario de los órganos de sus ciudadanos (complejo para los que poseen doble nacionalidad).

Donar órganos, con toda la implicación que posee, debe ser parte de un acto de generosidad enorme y no de un gran inventario nacional. Debe ser parte de una acción premeditada que refleje más que dar, el darse por el amor a un “otro” incluso desconocido.

Esta solidaridad, propia de un comportamiento cívico maduro, debiese darse en la medida de que como sociedad aprendamos siempre que nos necesitamos permanentemente, de que como nación somos una comunidad, y que los valores deben estar presentes siempre, bajo la premisa del respeto, aún cuando lo que fue urgente ayer, hoy deja de serlo, por el desinterés propio de quien obvia lo que le incomoda.