miércoles, 22 de abril de 2009

Turismo Canino

Cada año dicto una clase especial para alumnos de cursos de negocios del Tecnológico de Monterrey, México. Ellos realizan un programa especial en Viña del Mar y aprovecho de dictarles un taller sobre marketing en las mismas calles de la ciudad.

Caminamos durante seis horas por diferentes sectores de la comuna y aprovecho de explicarles historias y anécdotas del comercio de la calle Valparaíso, plaza Sucre, avenida Libertad y San Martín. Curiosamente cada año los diferentes grupos de estudiantes siempre me preguntan que por qué hay tantos perros vagos en la ciudad. Quizás ya acostumbrados a ellos, no nos damos cuenta de la cantidad de perros sin dueño que deambulan por nuestras calles.

Conocidos ya por todos como simplemente quiltros, los perros recorren nuestra ciudad como ávidos viajeros, como verdaderos turistas de nuestra urbe. Algunos lo hacen de manera solitaria, como pequeños ermitaños, mientras otros la recorren ya en manada, a veces inspirados en su propio instinto animal. Ni corren, ni caminan, ya que el trote es su paso preferido, y se detienen, cuando cruzan la mirada con nosotros, expectantes de que nuestro movimiento de manos sacie en parte el hambre histórica que poseen.

De temperamento más bien sereno, el quiltro se caracteriza por su baja autoestima, la que queda en evidencia ante cualquier signo de amenaza humana. Generalmente su raza de origen es indeterminada, aun cuando algunos presentan rasgos característicos de razas tipo Akita o Chow-Chow. Su interés por adaptarse a la vida citadina queda muchas veces en evidencia en el curioso acto de respeto al atravesar en ocasiones la calle por el cruce de peatones, comportamiento cívico que muchos podrían imitar.

Quizás más que realizar turismo de “intereses especiales”, los perros optan por el de “sol y playa”, ya que a medio día buscan un espacio regado por el sol para muy de espaldas demostrar cuan confiados están en su descansar.

Es quizás la expresión de sus ojos, siempre tristes, lo que permite vislumbrar una hipótesis sobre su masiva existencia: la irresponsabilidad humana en la propiedad de animales.

Independiente a sus causas, por cierto que refutables, sus consecuencias afectan la higiene y salubridad de la población. O al menos hace preguntar al foráneo sobre el origen de tanto perro vago.

¿Queremos que sean parte de la postal de Viña o la de Valparaíso? ¿Del recuerdo del turista? ¿Parte del inventario de una ciudad patrimonial? A mi entender, una ciudad turística debe optar por políticas que resguarden la experiencia de quien nos visita, desde cuando ingresa a nuestro país (paso Los Libertadores, aeropuerto, puerto), hasta su retirada, incluyendo cada una de sus actividades y movimientos en nuestra área de acción.

Tomar medidas sanitarias asesorados por especialistas veterinarios y organizaciones pro derechos de los animales, harán no sólo que nuestras calles estén sin perros vagabundos, sino además permitirán un adecuado control de su población, lo que sin lugar a dudas resguardará sus derechos como criaturas dignas de su apelativo de animal verdaderamente doméstico.