martes, 11 de septiembre de 2007

Consumo Responsable

Una campaña publicitaria de una tarjeta de crédito promueve el endeudamiento con la afirmación: “Porque la vida es ahora”. Pero pensar que la vida es ahora y que no existe futuro es casi una invitación explícita a vivir la vida con desenfreno. En tal sentido, somos parte de una sociedad donde el desperdicio del tiempo es mal visto, el ocio griego o la contemplación agustiniana son considerados tiempos perdidos, por lo que todos debemos vivir intensamente cada momento, con simultaneidad y ubicuidad. Para esto, consumimos equipos de teléfonos celulares o móviles, tecnologías bluetooth, chat, autos más veloces, y todo aquello que nos sirva para aprovechar la vida en cada uno de sus minutos, adelantándonos incluso a nuestro propio ritmo. Esta ansiedad por vivir intensamente, genera el “hay que hacer cosas y pasarlo bien”, y a veces en extremo. El tener que “hacer cosas y pasarlo bien” implica, por ejemplo, el que cada vez que pensamos o planificamos alguna fiesta o celebración, debemos, en virtud del desenfreno, “tirar la casa por la ventana”, endeudándonos y castigando nuestra propia capacidad de consumo futuro. Por ejemplo, ante las Fiestas Patrias se siente la ansiedad por el disfrute, expresado en consumos, en ocasiones más allá del presupuesto familiar, de alimentos, bebidas, paquetes turísticos, entre muchos otros. Como si el que celebra con excesos es más patriótico que el que lo hace responsablemente. Esto acontece, porque vivimos en tiempos donde se confunde un mayor consumo con más felicidad. Y es todo lo contrario. Un consumo responsable conlleva a la tranquilidad de no desperdiciar dinero que no tenemos.

Un consumo responsable se centra en un consumo ético y solidario, y no en un consumo por el consumo, y tiene además, un impacto en el bienestar colectivo, ya que nos aleja de la búsqueda de la felicidad material, y nos concentra en la exploración de nuestra propia tranquilidad individual y de nuestra propia calma colectiva. Este cambio de actitud es el que nos propicia una relación sana con nuestro propio ambiente, con nuestra ecología, y con nosotros mismos, con nuestra propia biología. Entonces dejaremos espacio para disfrutar de nuestra propia existencia y de la de todos.

Deberemos entonces aprender y educar en torno al consumo, ya que una manera responsable de consumir es un activo fundamental para una vida responsable. Porque más consumo no nos hace más felices, sino más intranquilos. Es que la felicidad que anhelamos es la tranquilidad que fácilmente podemos encontrar en una vida responsable. Un consumo irresponsable siempre conllevará la codicia de aspirar a poseer aquello que no tenemos y a ser aquello que no somos. Y de esa forma perdemos tranquilidad. Así es la vida, lo irrelevante hoy se nos impone lamentablemente, desperdiciando lo esencial, aquello que en el tiempo será inventariado como registro vivo de un pasado y de una vida que nos demuestra cuan feliz fuimos sin siquiera habernos enterado.