jueves, 6 de marzo de 2008

Competencia Televisiva

Durante estos días los canales de la televisión chilena están compitiendo a fin de lograr el mayor rating posible para sus teleseries.

Podría pensarse que la razón de esto radica en los elevados ingresos por publicidad que trae consigo una gran televidencia. Por supuesto que lo anterior es efectivo, de hecho los medios de comunicación en el fondo “venden público”. Sin embargo, sólo enfocarse a la televidencia captada durante el capítulo de la teleserie es caer en una miopía estratégica.

El horario en que se transmiten las teleseries es previo a dos programas de televisión que deben ser de elevado rating para una estación, como son los noticiarios centrales y el programa de las 22 horas considerado como el “Prime Time”. Los canales de televisión se han dado cuenta que extender este horario de alta convocatoria, hacia las horas previas con programas juveniles o hacia las posteriores con otros de conversación relajada o simple esparcimiento, es clave para asegurar rentabilidades elevadas.

En tal sentido, contar con una teleserie de alto rating, permite elevar la sintonía en los momentos previos a los 180 minutos más importantes del día, donde la mayor cantidad de televisores de nuestro país se encuentran encendidos.

Esta competencia entre los canales por lograr un mayor rating en sus teleseries tiene dos efectos positivos: la industria de la televisión debe exigirse para contar con un producto de calidad, calidad entendida bajo el punto de vista de la televidencia que quieren buscar (masiva); y, los consumidores tienen la opción de escoger entre productos televisivos de mayor calidad, insisto que entendida como aquélla que los satisface en sus gustos y preferencias.

Estos gustos y preferencias del público obliga a los canales a buscar elevadas televidencias con productos que involucren elementos que no necesariamente se traducen en buenas tramas, actores de prestigio, fotografía de excepción, etc., tampoco consideran profundizaciones en temas de interés nacional, e incluyen muchos “actores” con cursos de modelaje y gimnasio, parlamentos de reducido vocabulario, en fin, lo que el público masivo quiere ver y escuchar después del trabajo o del estudio.

Usted podrá estar en desacuerdo conmigo, pero esa es justamente la teleserie de calidad y que la industria televisiva nacional produce, aquélla que es capaz de lograr que más del 30% de los televisores del país la sintonicen cada día, divirtiendo, relajando, sin aportar nada al conocimiento de la nación, porque ese tampoco es su rol, tarea que otros programas, y desde luego, otras instancias y actividades de la cotidianidad humana poseen como misión. Sin perjuicio de lo anterior, las casas televisivas intentan agregarle ciertos componentes educativos, pero muy diluidos, como para no atorar al público.

La industria de las teleseries nos enseña lo importante que es para una empresa que sus productos satisfagan las necesidades de los consumidores, por sobre incluso del gusto personal de los directivos de la misma. Un buen ejemplo del modelo de libre mercado que podemos ver todos los días antes de los noticiarios.