lunes, 12 de noviembre de 2007

Navidad Responsable

A esta altura del año, la rutina nos agobia. Debemos asistir a graduaciones, a fiestas de fin de año, a ceremonias varias, cerrar balances, aprobar presupuestos, etc. Y todos los años, diciembre representa un mes de usanzas reiterativas. La que más nos abruma, es adquirir productos que representen el valor de la estima hacia quien lo queremos entregar. Una campaña publicitaria de una tarjeta de crédito promueve el endeudamiento con la afirmación: “Porque la vida es ahora”. Pero pensar que la vida es ahora y que no existe futuro es casi una invitación explícita a vivir la vida con desenfreno. En tal sentido, somos parte de una sociedad donde el desperdicio del tiempo es mal visto, el ocio griego o la contemplación agustiniana son considerados tiempos perdidos, por lo que todos debemos vivir intensamente cada momento, con simultaneidad y ubicuidad. Para esto, consumimos y obsequiamos equipos de teléfonos celulares o móviles, tecnologías bluetooth, autos más veloces, y todo aquello que nos sirva para aprovechar la vida en cada uno de sus minutos, adelantándonos incluso a nuestro propio ritmo. Esta ansiedad por vivir intensamente, genera el “hay que hacer cosas y pasarlo bien”, y a veces en extremo. El tener que “hacer cosas y pasarlo bien” implica, por ejemplo, el que cada vez que pensamos o planificamos alguna fiesta o celebración, debemos, en virtud del desenfreno, “tirar la casa por la ventana”, endeudándonos y castigando nuestra propia capacidad de consumo futuro. Por ejemplo, ante la Navidad se siente la ansiedad por el consumo, expresado en compras, en ocasiones más allá del presupuesto familiar, de artículos electrónicos, bicicletas, y para qué decir de adornos, bolas de colores y guirnaldas, entre muchas otras cosas. Como si el que consume con excesos posee más espíritu navideño que aquél que lo hace responsablemente. Esto acontece, porque vivimos en tiempos donde se confunde un mayor consumo con más felicidad. Y es todo lo contrario. Un consumo responsable conlleva a la tranquilidad de no desperdiciar dinero que no tenemos.

Una Navidad responsable se centra en un consumo ético y solidario, y no en un consumo por el consumo, y tiene además, un impacto en el bienestar colectivo, ya que nos aleja de la búsqueda de la felicidad material, y nos concentra en la exploración de nuestra propia tranquilidad espiritual y de nuestra propia calma colectiva. Este cambio de actitud es el que nos propicia una relación sana con nuestro propio ambiente, con nuestra ecología, y con nosotros mismos, con nuestra propia biología. Entonces dejaremos espacio para disfrutar de nuestra propia existencia y de la de todos. Una cena de Navidad, con nuestros seres queridos, donde rescatamos el valor de la familia, sin grandes distracciones ni preocupaciones, es el mejor regalo que nos podemos conceder.

Deberemos entonces aprender y educar en torno al consumo, ya que una manera responsable de consumir es un activo fundamental para una vida responsable. Porque más consumo no nos hace más felices, sino más intranquilos. Es que la felicidad que anhelamos, sobre todo en Navidad, es la tranquilidad que fácilmente podemos encontrar en una vida espiritual. Un consumo irresponsable siempre conllevará la codicia de aspirar a poseer aquello que no tenemos y a ser aquello que no somos. Y de esa forma perdemos tranquilidad. Así es la vida, la rutina y lo irrelevante hoy se nos impone lamentablemente, desperdiciando lo esencial de la Navidad, aquello que en el tiempo será inventariado como registro vivo de un pasado y de una vida que nos demuestra cuan feliz fuimos sin siquiera habernos enterado.