lunes, 12 de noviembre de 2007

Cultura Electoral Argentina

Por razones de trabajo tuve que viajar por 36 horas a Buenos Aires el mismo día de las elecciones presidenciales. Mientras el avión se aproximaba a la pista de aterrizaje pasaba por mi mente el espectáculo con que me iba a encontrar: un Buenos Aires lleno de carteles, panfletos, afiches, lienzos, gigantografías y cuanta otra forma de publicidad política. Era evidente que estas imágenes no eran otra cosa que la proyección de la experiencia nacional y, además, un prejuicio, cual es considerar a los argentinos con una conducta cívica-marketera similar a la nuestra.


Con esta disposición, me trasladé hacia el centro de la ciudad. Pude comprobar con sorpresa que no había letrero alguno, ni carteles pegados, ni menos colgando de los cables de luz o de teléfonos. No había lienzo alguno, ni propaganda de ninguna especie, salvo entre las distintas paletas publicitarias a orillas de la carretera, y entre muchas otras publicidades, dos o tres de algún candidato. Nada más. Llegado al centro mismo de la ciudad, lo mismo.


Se podría pensar que dada la alta probabilidad de triunfo de la señora del actual mandatario trasandino, incluso sin necesidad de segunda vuelta, el gasto publicitario no era significativo o casi nulo. Pero no, junto con la elección de presidente, Argentina debía llenar una serie de otros cargos de elección popular, en las intendencias y en el congreso, muchos de ellos con predicciones de reñidos resultados finales. Ello, no obstante, la ciudad estaba limpia de toda publicidad electoral. Si bien Buenos Aires no es una ciudad que se distinga por una limpieza extrema, sin embargo, todo estaba igual que la última vez que en ella estuve. Los únicos y pocos carteles o murales eran de obras de teatro, de conciertos, de festival de coros. En suma, de esa cultura que tanto hace falta por estos lados.


Esta realidad, me hizo preguntar ¿cuál es la relación costo beneficio de esta publicidad tan invasiva, perjudicial y desastrosa como la que debemos sufrir todos los chilenos en épocas de elecciones? Si bien no estamos en época electoral, bien vale la pena desde ya lanzar una campaña destinada a imitar los buenos ejemplos. Propiciar que no existan más carteles colgando, afiches y pancartas en las calles, paredes, postes, ni lienzos que atraviesen las avenidas, todo lo cual implica un costo exorbitante que sólo sirve para “medir” el gasto electoral, en una competencia de quien gasta más, quien ensucia más, quien atenta con más vigor contra la estética y la paciencia ciudadanas.


Propongo un diálogo social electoral, en el que todos los candidatos adopten un acuerdo tendiente a no estropear nuestros paisajes y ciudades, que se abstengan de dilapidar dinero en un gasto inútil y molesto, el que, además, constituye un derroche insultante para los electores con mayores carencias. ¿Por qué no dar paso a un intercambio de ideas y dejar de lado tácticas publicitarias comparadas con la promoción de productos de consumo masivo?