jueves, 17 de enero de 2008

¡Qué Vergüenza!

El sábado mientras regresaba a casa por una avenida de Viña, me detuve en una luz roja. A mi izquierda había un paradero de colectivos. Cuatro adolescentes argentinos se acercaron a un chofer y le preguntaron cuánto costaba el viaje hasta Reñaca. “¿La carrera?” consultó el conductor. Los muchachos trasandinos lo miraron con rostro de no entender ese técnico lenguaje. El chofer les dijo “4.000 pesos”. Uno de los jóvenes preguntó “¿4.000 por los 4 ó 4.000 por persona?”. “4.000 pesos” respondió nuevamente el conductor del colectivo. Cada uno de los adolescentes le entregó al chofer 4.000 pesos al subirse al auto, es decir, un total de 16.000 pesos.

Un día de la semana fui al centro de la ciudad. Al regresar a mi auto tras realizar los trámites aparece el señor del parquímetro. Una vez encendido el motor, bajo el vidrio y el caballero me dice que son 3.600 pesos. “¡Pero si sólo fueron 20 minutos!” le aclaré. “Es que esta zona de estacionamientos es de las caras y además la hora es peak” me señaló. “Mire señor” – le dije – “yo una vez al mes me estaciono aquí a la misma hora y siempre es alrededor de 400 pesos”. “Pero no se enoje señor” – y me sonríe – “era una broma, son sólo 360 pesos”.

De camino a la Universidad paso a llenar con bencina el estanque del automóvil. Una vez concluido el llenado, el bombero me pregunta: “¿Paga en efectivo o con tarjeta?”. Le contesté que iba a cancelar en efectivo. “No hay problema, son $33.200” me señaló. De pura intuición miro la máquina del combustible y le acoto “Pero señor, ahí dice $32.300 y no $33.200”. “Disculpe, es que soy disléxico” contestó.

A los pocos días, fui a una heladería y me tomé un jugo. Al llegar la cuenta, ésta era por $3.700 pesos. Extrañado la analicé y observé que estaba dividida en dos ítems: el jugo por $1.700 y la propina sugerida por $2.000. Al preguntarle a la mesera, ella me dijo que la propina era voluntaria pero siempre se sugería algún monto.

Ayer me llega un e-mail de unos amigos españoles que habían visitado Viña durante la primera semana de diciembre. Me señalaban en el mensaje que habían tenido un problema con la tarjeta de crédito aquí en Chile y si los podía ayudar. En su estadía habían ido a almorzar a un buen restaurant. Al momento de cancelar la cuenta, le entregaron al mesero la tarjeta de crédito y el pasaporte. El mozo había regresado a la mesa diciéndoles que la tarjeta no había funcionado y que por lo tanto no pudo realizar la transacción. Mis amigos ofrecieron pagar en euros y el garzón gentilmente aceptó el pago en efectivo. Al regresar a España se dieron cuenta que la transacción efectivamente se había realizado, por lo que los euros entregados fueron “la propina”.

Cuando suceden este tipo de hechos, pienso en el número de turistas que deben ser engañados por compatriotas inescrupulosos. Concienciar en base a la importancia del turismo para la zona es fundamental para construir una industria turística. Si no hacemos algo, difícilmente podremos cantar “y verás como quieren en Chile al amigo, cuando es forastero”.