domingo, 5 de agosto de 2007

Del Índice al Pulgar

Hace unas semanas atrás, viajé a Sao Paulo ha visitar su Museo de Arte (MASP), muy cercano a la Escuela de Negocios de la Fundación Getulio Vargas. Como exposición temporal, se encontraba una completísima muestra de los trabajos y aportes de Charles Darwin. A la salida, en esa escalera tan incómoda que posee el MASP había una interesante conclusión: “A futuro, la evolución no será sólo la adaptación de los seres humanos a la naturaleza, sino también al desarrollo de la tecnología”.

No analizaré qué tan válida puede ser tal afirmación, pero si la asocié de inmediato a un argumento publicitario vinculado a la comercialización de los bluetooth, aquellos aparatitos que uno se coloca en la oreja, en el pabellón auricular, con una luz azul intermitente, muy estilo Robocop, que por ejemplo permite la comunicación celular sin utilizar las manos y de manera inalámbrica. Si bien su uso es práctico cuando manejas tu auto, su utilización de manera permanente en eventos sociales, inauguraciones de arte, e incluso en el supermercado, es parte del mal gusto de personas que creen que la tecnología, y su uso, es muestra de algún tipo de atributo vanguardista e innovador, lo que nos recuerda que a veces la autoestima nos traiciona. El lanzamiento de este producto bajo el concepto “Evoluciona con la tecnología”, se asoció a que su usanza, era parte de la incorporación de la tecnología al cuerpo humano. Lo que en este caso obviamente no es así. Por el momento.

Días después, sentado en el aeropuerto mientras aguardaba el vuelo de regreso, observé cómo la gente ansiosa, mientras espera ingresar al avión, navega por Internet, se pasea de un lado para otro escuchando música en sus MP3 ó 4, o escribe mensajes de texto en sus celulares. Me llamó la atención un adolescente como de 14 años que lograba escribir mensajes de manera veloz y expedita, utilizando para ello ambos dedos pulgares, y quizás viendo la pantalla y no el teclado. Yo me limito a escribirlos con el dedo índice. A partir de dicha situación, y tras verificar que mis estudiantes hacían lo mismo, empecé a ejercitar la escritura de dichos mensajes con mis pulgares. La verdad es que a muchos de mi generación, y mayores, les he comentado de la eficiencia del cambio de dedo. Se ríen, pero tras practicar, han aumentado su rapidez en la escritura, y han empezado a reemplazar extensas llamadas telefónicas por escuetos mensajes de texto.

He descubierto que de hecho existe un concepto que define a nuestros adolescentes, son llamados la Generación Pulgar, ya que crecieron ejercitando los músculos de sus pulgares en los controles remoto, las consolas de juegos y sus joysticks, mientras que uno creció utilizando el dedo índice para darle giros a la ruedilla con los números del teléfono, o para poner “Play” en las antiguas radio cassette.

Será de esperar entonces, que muchos de los productos que aparezcan en el futuro, pienso en los teclados de los computadores, los electrodomésticos, etc., deberán ser más intensivos en el uso del pulgar. Es que el diseño de productos no sólo es estética, sino hacer tangible la facilidad de uso de la tecnología. Cada vez más, el diseño se ha transformado en atributo determinante para consumidores y ventaja competitiva para muchas empresas, ya que no sólo el diseño del producto nos puede aportar satisfacción por su belleza, sino que nos facilita su propia manipulación. Como diría Darwin, la complejidad de la naturaleza, se debe al diseño simple de la evolución.