viernes, 17 de agosto de 2007

Aprendiendo en Chitita

Recientemente fui invitado a ver la reconstrucción de la Iglesia de la Virgen del Carmen de Chitita, templo con 400 años de historia, dañado hace unos años por el terremoto que afectó el norte de nuestro país. Chitita es un caserío altiplánico perteneciente a la comuna de Camarones, ubicado a unos 140 kilómetros de Arica.

Al llegar al lugar, buscamos a una vecina encargada de la Iglesia. Era una señora de más de 70 años. Su nombre Telma Linares. Nos contaba, que ella vivía en dicha localidad desde que se casó, hace casi 50 años. “La luna de miel ya venía en camino” acotó. Su vida giraba en torno a sus tunas, tumbos, papayos, etc. Además, la chacra contaba con conejos, cabras, ovejas y cerdos. Todos ellos con su respectivo nombre, como el conejo Candi por la Virgen de la Candelaria, y la oveja Tío Moncho. Su alimentación se basaba casi únicamente en su propia producción. En Chitita tampoco hay teléfono, y la señora Telma no podía tener celular porque no existe cobertura. Gracias a un generador eléctrico que se enciende por 2 horas, todas las noches con algunas de sus vecinas se reúnen a ver películas VHS de “cowboys” y de Joselito. Le pregunté entonces sobre qué cosa de la ciudad le gustaría tener. “¡Luz eléctrica para tener un refrigerador y así poder mantener por más tiempo la carne y la margarina! ¿Para qué quiero más? Así estoy tranquila”. De hecho, al día siguiente iba a almorzar a Tío Moncho, y deberá compartirlo con sus vecinos solidariamente a fin de que no se dañe la carne. La señora Telma, así como muchos del Chile rural son una enseñanza de tranquilidad y de consumo. Quizás, ayudados por estar ajenos a la mayoría de los mercados de bienes y servicios, entre ellos, los financieros.

En nuestro Chile urbano las familias chilenas están endeudadas en 7 veces su sueldo, y los estudiantes poseen créditos sin siquiera percibir remuneración. Creo que es fundamental que las familias logren comprender que, si bien el consumo no es perjudicial, éste debe ser realizado de manera responsable, acorde a la realidad presupuestaria de cada uno. Endeudarse para comprar o renovar bienes y servicios no necesarios sólo perjudica las finanzas domésticas. Por lo mismo, creo que es fundamental aprender de realidades muy diferentes a la del consumismo, a fin de modificar la conducta de endeudamiento hacia una vida más austera, la que conlleva hacia una mayor tranquilidad.