martes, 13 de octubre de 2009

Atefobia

Internet es el lugar ideal para los curiosos intelectuales, aquéllos que crecieron sin computador leyendo y releyendo la enciclopedia de la casa. Claro que a diferencia de tales libros, no necesariamente lo escrito en Internet es correcto o fidedigno. Aún así, es un gusto aprender curiosidades que pueden complementar ideas o pensamientos.

Por ejemplo, revisando algunas páginas descubro que existen personas que le tienen temor a cosas muy raras, y que además, cada fobia tiene su propio nombre. Hay algunos miedos que a mí al menos me cuestan comprender como la botanofobia (miedo a las plantas) o la latrofobia (miedo a los médicos) o la vestiofobia (miedo a la ropa). Comprensible es la balistofobia que es el miedo a las balas. Creo que sufro de cacomorfobia.

En Google, si usted escribe “fobia a la” el buscador le sugiere dos alternativas inauditas, la “fobia a las palabras largas”, e inexplicablemente (disculpe la longitud de aquélla) aparece la “fobia a la gente”, que por cierto que debe ser compleja de atender y tratar.

De esta forma, y con algo de ocio como se dará cuenta, descubrí la atefobia o miedo a la ruina. ¿Cuántos de nosotros poseen este temor? A mi juicio bastantes, por algo en parte existe el nivel de competitividad actual y la necesidad de eficiencia y productividad que lleva, en niveles exagerados, a muchos a desarrollar cuadros de stress, como la ansiedad por asegurar el futuro, trabajando en exceso y ahorrando en demasía. Difícil se hace controlar todas las variables que pueden intervenir en nuestro destino financiero, pero muchos a costa de su propia tensión lo intentan. Y sin éxito. Una nueva debacle financiera como la de 2008 es altamente probable que se repita en el mediano o largo plazo, y está, claramente, fuera de nuestro control individual evitarla.

Lamentablemente en la pasada crisis financiera el número de suicidios fue enorme. Personas que viendo que su situación económica ya no sería la óptima de antes, optaron por dejar de vivir. Desesperación por perder lo material. ¿Miedo a la ruina? Yo diría que es miedo a la pobreza.

Ser pobre, bajo los parámetros culturales generalizados, es una catástrofe. El dinero en un país pobre o en vías de desarrollo permite no sólo comodidades, sino el acceso a una educación mejor y a una atención en salud digna. Para muchos el mejor aliciente para emprender, innovar, trabajar, producir o competir es que exista la alternativa de la pobreza, quizás incluso el modelo económico requiere de su existencia como un riesgo latente para incentivar el crecimiento.

Sin embargo, no podemos dejar pasar nuestra vida focalizados sólo en asegurarnos el porvenir. Basta con darnos cuenta que la mayor cantidad de experiencias negativas de nuestras vidas no estaban en nuestros planes, fueron impredecibles, y las que estaban planificadas jamás ocurrieron, sólo atormentaron nuestros pensamientos. Por lo mismo, pensar que podríamos caer en la ruina es someternos a la ineficiencia de los miedos, de no vivir el presente y no tener la autoestima necesaria como para darnos cuenta que somos capaces de salir adelante, como ya cada uno de nosotros se lo ha autodemostrado en más de alguna ocasión.

No darnos cuenta de nuestro presente es postergar alegrías, asumiendo erróneamente que éstas se pueden posponer para disfrutar en un futuro. No existen los depósitos a plazos de satisfacciones, o los fondos mutuos de goces. No podemos ahorrar alegrías. Debemos gastarlas. Sobregirarnos de felicidad.

Por lo mismo, parte del deber también es equilibrar el trabajo con el disfrute y el ocio. Olvidarnos de la eventual ruina, es otorgarnos cordura en este mundo cada día más lleno de angustias y miedos.