lunes, 10 de agosto de 2009

¿Recuerda la Calle Valparaíso?

Patrimonio de la ciudad era la concurrida Calle Valparaíso. Hasta hace un par de décadas los viñamarinos y visitantes gozaban de un tranquilo paseo por sus aceras. Incluso muchos se vestían para la ocasión, ya que además de ir a vitrinear, muchos aprovechaban para vitrinearse. Se “taquillaba” en dicha calle.

En su primera cuadra, desde la plaza hasta la calle Quinta, destacaba la confitería Serrano donde se guardaban los caramelos en recipientes de vidrio, la tienda Becal donde se vendían telas, La Triestina con sus helados, Cevasco como pastelería (y no como fuente de soda) y El Mago. Recuerdo cuando se inauguró el Carrusel, y todo Viña subía y bajaba por su pasillo en forma de tirabuzón o disfrutaba del primer ascensor panorámico. En esta cuadra sólo sobrevive el Banco Chile, el clásico Samoiedo, El Timbao y Bata.

En la cuadra siguiente, entre Quinta y Etchevers, recuerdo a la Sastrería Inglesa, tienda donde se vestían los abuelos y papás, y un gran estacionamiento que quedaba donde hoy está la Galería Pleno Centro. En el Portal Álamos, sólo rescatable Facetas y las cecinas Obermöller, local donde después estuvo Niñolandia. Al frente, Piccadilly.

Entre Etchevers y Villanelo, se encontraba la deliciosa tienda Hucke, la perfumería Liz, la farmacia Ewertz, la Casa Mori, Regalos El Bisonte, Flaño, las cecinas Otto Stark con sus chanchitos con delantal, el Café Mirabel con sus vitrinas con mazapanes con formas de animales, Kosa’s donde me vestían desde pequeño, con esa gran pileta de peces del estero, y Veneval, con todos los productos de “alta tecnología”.

En la siguiente cuadra, entre Villanelo y Traslavilla, la Casa Magnasco y la Ferretería Covadonga. Creo que en su vitrina siempre había animales embalsamados. No lo recuerdo del todo. También se encontraba los mariscos congelados Robinson Crusoe, el Emporio Gastronómico, donde en la vitrina se podía ver una máquina haciendo los capelettis y el hombre del mesón, con una habilidad única, envolvía 1/8 de queso rallado en pequeños papelitos café. Al final de la cuadra, se encontraba la Casa Hola, donde vendían de todo. Lo único que compré ahí fueron mis primeros dientes de vampiro, por $30 pesos.

Entre Traslaviña y Ecuador, la atención familiar de Cruciani, una tienda llena de lámparas de nombre Rambal, la joyería Levy y la farmacia Prat. Pero en esta cuadra lo mejor era la Casa Lily, donde en su vitrina había un tren Playmobil que entraba y salía por un túnel. Era asombroso.
Yo disfruté la Calle Valparaíso. Subí la primera escalera mecánica que hubo en Viña, en la Galería Florida. En época de Navidad, me deleitaba con el ambiente festivo, con el tren que circulaba con un viejito pascuero y su campana, cuando cerraban la calle, que era de doble tránsito, con la “choreza” que se estacionaba al medio y no en sus costados.

Cuando las multitiendas llegaron a la ciudad en Plaza Sucre y demolieron esas preciosas casas con jardines que ahí se encontraban, y posteriormente el Mall, con su comodidad y seguridad, la Calle Valparaíso comenzó a decaer. Hoy, la reactivación de lo que todos denominan “par vial” Álvarez – Viana, los nuevos edificios y la nueva población, harán revitalizar esta calle, que tantos recuerdos trae.