martes, 21 de julio de 2009

Morbo Circense

Me gustan los lugares donde la gente “se gana la vida” gracias a sus propios talentos. Y el circo es uno de ellos. Malabaristas, acróbatas, contorsionistas, payasos, ilusionistas, trapecistas y un sin fin de artistas que explotan sus talentos y los exponen a un público, asombrado por la magia de este nómade espectáculo. Sin embargo, hay circos donde el espectáculo no se centra en el talento, sino sólo en la rareza.

Este es el caso del circo instalado hace un par de semanas en Viña del Mar. Cuando llegó, realizó el típico paseo en caravana por la ciudad, exponiendo a sus animales al ruido citadino, bocinas incluidas, y generando en ellos el stress que supuestamente hizo enrabiar al ficticio King Kong.

Por lo mismo, apoyo la idea de un Concejal de la Alianza que desea que nunca más se instalen en nuestra comuna circos con explotación animal. Es lamentable como se muestra el dominio del hombre por sobre los “tigres blancos sagrados de la India” (como dice la publicidad), cuando efectivamente dichos felinos son sagrados para determinados pueblos. No sólo en el circo están confinados en pequeñas jaulas, celdas, sino además deben saltar anillos con fuego, y ser “columpiados”, literalmente, a varios metros de altura, donde la bestia, con rostro de Ravotril, muestra su sumisión al morbo humano.

Y así, el resto de animales sólo realizan actos adiestrados bajo los principios de Pavlov, y donde el látigo está presente en el show. El canguro boxea, el caballo salta, el pony hace lo suyo, y así cada uno nos muestra cómo el ser humano es capaz de vivir de la esclavitud de ellos.

Creo que los tiempos en que Federico Vergara Vicuña, nieto del fundador de la ciudad, se paseaba por el mundo cazando animales para colecciones privadas ya es parte del pasado, retratado hace décadas por las historias de Tarzán o en las aventuras de Tin-Tin por el Congo.

Pero el abuso animal no es lo peor del circo, sino el show del acróbata más pequeño del mundo: un enano gimnasta, con el cual el público, gracias a un pago adicional, puede sacarse una foto Polaroid. Curioso me resulta observar que los circos en latinoamérica posean actos con mujeres con pelo en su rostro, siameses, y otras características poco usuales en nuestra especie, como lo es también el gen recesivo que hace a los tigres ser de color blanco.

Es que la curiosidad humana es muchas veces despertada por el morbo a la anormalidad. Ya lo supo aquél tildado como el “hombre elefante”, o el fundador del “Semanario de lo Insólito” y sus miles de lectores que cada semana disfrutaban leyendo las anormalidades ajenas, y las simetrías del público.

A mi entender, los espectáculos debiesen resaltar el talento humano, por lo que el abuso animal y la exposición de enfermedades o deformaciones de personas para el deleite de supuestos normales, sólo son muestras de cómo el morbo humano, es capaz de sobrepasar los derechos humanos y los de los animales.

Autorizar sólo circos donde no se violen ambos tipos de derechos es un paso que, ya próximos a nuestro bicentenario, debemos dar.