martes, 26 de mayo de 2009

Desenfreno en Viña

Puede llamar la atención poseer un Master en Ocio. Mientras en Chile la palabra ocio está muy desprestigiada, en España este vocablo se vincula con el turismo, el deporte, y todo un sin fin de diligencias realizadas en el tiempo libre.

En nuestro país, como en algunos otros, el ocio se asocia a “la madre de todos los vicios”, cuando tal apelativo en España es para la pereza. Quizás se asuma que cuando el tiempo libre abunda, la no ocupación en labores del rigor desencadena en algunos la mirada taciturna a ocupar sus horas en cosas sin sentido, con los excesos propios del desenfreno. Los otros, quienes tienen poco tiempo libre, tratan de maximizar la escasez de ocio, en pocas horas, asumiendo que las noches de fines de semana son los únicos momentos para “ser”, sin las supuestas ataduras del deber.
Es que la vida de hoy, de “ociosos” u “ocupados” puede traducirse en la necesidad de vivir cada minuto a reventar. Los valores asociados al sosiego y al silencio son traslapados por los del movimiento y el barullo.

Para muchos, sobre todo adolescentes y jóvenes, disfrutar a bajo ritmo es derrochar el tiempo cuando éste se hace escaso. Por lo mismo, solo o en compañía de los amigos, los “panoramas” hoy “carretes” se han vuelto algo cada vez más desenfrenados. Exceso de tiempo libre, ausencia de control, cambio de valores, o simplemente quien escribe estas letras posee la miopía de la adultez temprana, pero es un hecho el cambio en las actividades de entretenimiento de muchos de los que integran nuestra población juvenil.

Y hay evidencias. Por ejemplo, ver por la noche los jardines del Casino de Viña del Mar, la Plaza Colombia, desde alguna terraza vecina es apreciar el cuadro “El Jardín de las Delicias” de El Bosco, pero en una versión más de Warhol. Adolescentes bebiendo o bebidos, “haciendo de las suyas”, olvidando su colegial rol de “pingüino” por el de “conejo”, y fumándose su futuro con sus amigos, son personajes frecuentes de tales jardines.

A pocas cuadras, un público algo mayor a ellos, pero igualmente jóvenes, “se relajan” en pubs y bares con la música que ya tatarean los somnolientos vecinos, con la dificultad que significa, para quien vive por ahí, descansar en sus propios hogares.

Ya no sólo es el entretenimiento en sí mismo, sino el anterior denominado como “la previa”, o el posterior conocido como “el after”, los encargados de tranquilizar el apetito que la diversión provoca, con sándwiches y completos digeridos en la vía pública, y cuyos vestigios puede verlos por la mañana botados en la calle, ensuciando 4 y 5 norte a metros de nuestra turística San Martín.

¿Puede convivir el turismo con el desenfreno? Sí, cuando el turismo se basa en él, como en algunos lugares reconocidos internacionalmente. Pero cuando el turismo se fundamenta en otros atributos, como la tranquilidad y la seguridad, ambas situaciones son francamente incompatibles.
Carabineros podrá fiscalizar, pero si no les transmitimos a los adolescentes la conciencia de la urbanidad, poco espacio tendremos para enseñarles el resto de virtudes.