lunes, 16 de marzo de 2009

Running

Se podría plantear que las verduras influyeron en la obesidad. Claro, ya que fue el desarrollo de la agricultura que obligó al ser humano a convertirse en sedentario. Antes, la cultura nómade, propia de los animales, permitía más ejercicio tras el afán de la caza y de la alimentación recolectora. Un buen estado físico era sinónimo de ventajas competitivas a la hora de mejorar la alimentación, único “bien de consumo”, y en general de la sobrevivencia.

Dicha forma de vida implicaba, como sucede en la naturaleza, cambios evolutivos. Es más, estudios científicos señalan que la razón por la cual el ser humano se irguió fue para lograr mayores velocidades para lograr alcanzar la presa. Pero no todos los bípedos desarrollaron esta condición, ya que además, el ser humano evolucionó sus piernas, en longitud, musculatura y tendones, permitiéndole dar rápidas y largas zancadas.

Sin embargo, muchas de sus presas corren más rápido que la velocidad de una persona. De hecho, Usain Bolt logró el récord mundial de los 100 metros planos con una velocidad media de algo más de 37 kilómetros por hora, velocidad inferior a la de muchos animales.

Por lo mismo, según los estudiosos en evolución, el ser humano desarrolló la capacidad de enfriamiento del organismo vía la transpiración, que a mi entender también es replicable en parte del mundo animal. Cuando corre, el sudor permite refrescarse logrando así la resistencia, y de este modo recorrer grandes distancias tras su animal-objetivo. Éste se cansa y se transforma en el almuerzo. Prueba de lo anterior, son las maratónicas cazas que aún tribus africanas llevan a cabo, donde los indígenas, tras grandes distancias matan a palazos a un cansado antílope, y muchos otros ejemplos que se pueden leer en el libro “A field guide to the animal tracks of Southern Africa”.

Hoy nuestro organismo no está acostumbrado a dicho ejercicio, al menos de manera cotidiana, quedando en reserva toda esa carga evolutiva, la que sólo es aprovechada por los deportistas, profesionales o aficionados, cuando corren distancias, en lo que a un tiempo a esta fecha se ha llamado como Running.

Es correr, trotar, tan simple como eso, pero que requiere de un estado físico especial que incluso al serio aficionado le significa cambios a un mejor estilo de vida, de alimentación regulada y sin espacio para la nicotina ni el alcohol.

Al igual que lo sucedido en Estados Unidos en los ’70, los chilenos como nunca están corriendo. Durante los fines de semana en diversos parques de Santiago o en el borde costero de Viña del Mar y Reñaca, algo apretado entre bicicletas y perros, cada vez son más los que salen a correr o trotar. De manera más seria, se están organizando diversos maratones, como recientemente el de Santiago, donde se incluyen distancias como la que recorrió Filípides y otras menores que permiten un progreso paulatino al aficionado.

Pero esta tendencia socio-deportiva, que ha implicado un desarrollo de toda una industria de bienes y servicios a su alrededor, es sumamente positiva para la mente de las personas, no sólo por las endorfinas a liberar, método natural para reducir el stress, sino también por los beneficios psicológicos asociados a la autoestima y al autocontrol emocional. Además, el desarrollo del espíritu competitivo, de la autosuperación, también la planificación de energías, la planificación de entrenamientos, la fijación de objetivos y metas, y un largo etcétera, donde se incentivan y desarrollan muchas de las características propias de los empresarios y directivos de empresas.

Es quizás por esta razón que cada día más hombres y mujeres de negocios corren en sus tiempos libres, aprovechando además, ese valioso tiempo muerto de meditación, de resolución de problemas, de planificación laboral, que la mente despejada puede realizar eficientemente, mientras los pies avanzan en el camino de la evolución.