sábado, 28 de julio de 2007

Responsables del Futuro

Somos el futuro de los que vivieron nuestro pasado. De hecho, muchas de las comodidades que ofrece el mundo actual son fruto de una serie de innovaciones y decisiones establecidas con anterioridad, muchas determinadas por personas que actualmente descansan en paz. Por tanto, es necesario en nuestras propias vidas, en nuestras empresas, o en nuestras ciudades, esbozar el futuro a fin de escoger alternativas adecuadas y acertadas en beneficio no sólo de nosotros, sino además, de los que vivirán el diseño actual de nuestro mañana.

En este sentido, se realizó en Viña del Mar una conferencia sobre el Pensamiento Prospectivo a cargo del célebre profesor francés Hughes de Jouvenel. Según él, un hecho del presente puede evolucionar de varias maneras, a fin de presentarse de diversas formas en el futuro. De hecho, el mañana no es otra cosa más que la causa final del presente, del hoy, puesto que los escenarios futuros posibles se construyen a través de lo que actualmente vivimos, y de nuestra propia interpretación del pasado. Bajo esta perspectiva, los principales actores políticos, económicos y sociales, son los que, con sus decisiones, construyen el futuro y poseen la responsabilidad de aquello, por lo que deben ser capaces de identificar lo modificable y alterable, y no concentrarse y disiparse en lo invariante e impredecible, sin perjuicio de inferir que todos tenemos alguna responsabilidad sobre el futuro de nuestra sociedad y de nosotros mismos.

Asumir que nuestra vida depende única y exclusivamente de los otros, es caer en la comodidad de entregar al resto el control de nuestras vidas. El asumir un papel secundario, de espectador, es no hacerse cargo de nuestra propia existencia y de su entorno. Podemos tomar el control del futuro, asumiendo que el destino lo construimos desde nuestra propia voluntad, con responsabilidad. No pensar en el mañana de nuestro país, de nuestra región, de nuestra ciudad, de nuestra empresa, de nuestra familia, y de nosotros mismos, es ignorar que los segundos avanzan hacia un mañana, que mira con desdén y recelo aquello que no hicimos por él, por estar impacientes y temerosos de no vivir el presente como el pasado ciertamente mereció.