lunes, 18 de abril de 2011

Consecuencias del jishin

En Sunset Park, última novela de Paul Auster, su protagonista Milles Heller invita a su novia a pasar unos días en NY, tras meses sin verla. Después de dos semanas de buen disfrute, ella regresa a su localidad quedando el protagonista con una tristeza mayor a la que poseía los días previos a la visita. Por lo mismo, el narrador describe la situación como “Ha sido lo mejor que podría haberle pasado, ha sido lo peor que podría haberle ocurrido”. Este juego de palabras, aplicable para gran parte de los hechos de nuestra existencia, sirve para entender una desgracia bajo el punto de vista económico, pues generalmente las economías desarrolladas muestran una recuperación pronta y potente, gracias al infortunio, lo cual también se presagia para el terremoto (jishin) de Japón. Sin ir más lejos, basta con remontarse a lo acaecido en el sismo de Kobe en 1995. De manera inmediata, la producción japonesa se vio afectada, pues casi la totalidad de la industria automotriz y la mayoría de la electrónica se vio paralizada. Y la que quedó en pie, sufrió consecuencias por el racionamiento eléctrico posterior junto a la carencia de determinados insumos y materias primas. Todo esto trajo consigo que los pronósticos de recuperación, tras tres meses de contracción económica a fines de 2010, se pospusieran tan sólo para fines de 2011, y pese al terremoto, pues Japón es un país rico, con mucho ahorrista local, a baja tasa de interés. Por lo mismo, durante 2011, y describiendo de manera figurativa, Japón saldrá por el mundo con una billetera generosa comprando lo que le haga falta, tanto para su reconstrucción, como para su producción o consumo. Si bien serán los países del Sudeste Asiático los más favorecidos (pues no sólo serán proveedores de Japón, sino además lo sustituirán en la exportación de bienes a occidente), Chile también obtendrá beneficios en sus industrias vinculadas al cobre, la madera y el salmón. En materia energética, la volatilidad del precio del petróleo hará lo suyo, pues la recuperación se realiza en paralelo a fuertes conflictos en el norte de África y Medio Oriente. Si bien la industria nipona requerirá menos petróleo en un inicio, la sustitución de la energía nuclear (fuertemente dañada y cuestionada) hará que el tercer importador de petróleo del mundo consuma más carbón, gas natural y petróleo, lo que sin duda subirá los precios internacionales del bien apodado “oro negro”, afectando a todas las economías no productoras, como es el caso de la chilena. Pero bajo el punto de vista económico, lo más grave es el cuestionamiento a la producción de energía en plantas nucleares, que hace preguntarnos cómo Japón, Chile y el mundo, podrán crecer. Pensar en la diversificación de fuentes energéticas según las ventajas comparativas es la solución de largo plazo, a un problema que en el presente brota como consecuencia de una desgracia, que aunque represente oportunidades económicas, su daño y perjuicio sobre millares de japoneses sólo lo sabremos con el paso del tiempo.