lunes, 24 de enero de 2011

Mente en vías de Desarrollo

Durante estos días me han consultado permanentemente por los efectos que trae para nuestra economía el aumento en el precio del dólar, y por consecuencia del precio de la bencina y del transporte, así como recomendaciones para invertir el dinero en este primer semestre, y diversas proyecciones para los indicadores macroeconómicos de 2011. Pero permítame comprensivo lector, referirme a algo que creo aún más relevante: la dificultad mayor que tendrá la economía chilena en la década que recién comienza.
Constantemente se plantea como meta que Chile sea un país desarrollado. Incluso muchos economistas y políticos de todas las tendencias plantean plazos y fechas según sus proyecciones de crecimiento para el país, y que varían dependiendo de la definición que existe para “país desarrollado” y del objetivo del discurso. Esta permanente ansia de ser desarrollado se vincula, quizás, más a las características aspiracionales, propio de muchos análisis sociológicos actitudinales de nuestra nación, por sobre datos objetivos vinculados a la superación de la pobreza o avances en infraestructura pública y tecnológica.
Un país en desarrollo o en vías de desarrollo posee una renta per cápita aceptable (sobre unos 8.000 dólares anuales), un Índice de Desarrollo Humano sobre la media, tasas elevadas de formación de capital y una economía basada principalmente en los recursos naturales por sobre industrias con mayor agregación de valor; variables que sin duda hemos mejorado, pero que nadie asegura podamos continuar mejorando en el mediano plazo. Por tanto, el foco de la discusión debería estar planteado en la mejora de éstas variables, por sobre la obsesión de obtener el calificativo de “desarrollado”, el cual es sólo una grata consecuencia.
Centrados en los indicadores económicos, mi preocupación para la nueva década es cómo Chile plantea crecer, puesto que los niveles de desarrollo actuales tenderán a estancarse para inicios del siguiente lustro si no mejoramos en variables tales como la innovación, investigación y en la agregación de valor. Por lo mismo, asumirnos como “en vías de desarrollo” nos permite dialogar sobre características sociales que hacen de nuestra nación, una población en vías de desarrollo.
Nuestra actitud hacia el ahorro, o nuestro comportamiento en el consumo principalmente basado en el de los países del primer mundo, nuestra forma de trabajar y muchos otros ejemplos revelan que nuestra cultura es en vías de desarrollo. Una mente en vías de desarrollo jamás nos hará ser un país verdaderamente desarrollado, pues el desarrollo económico no sólo implica innovación, competitividad y productividad, sino además, y previamente, un cambio de mentalidad.
Cambiar nuestra forma de pensar implica como país invertir en educación, en benchmarking internacional a nivel empresarial, en mejoras de eficiencias intra e inter industrias, en valorar la innovación, lo diferente, como una oportunidad de crecimiento y no como una debilidad que atenta nuestra insegura y propia mente subdesarrollada.