jueves, 1 de julio de 2010

La crisis del Consumo

Cierto es que el consumo es uno de los factores que mueven a la economía. En términos simples, a mayor consumo, mayor producción, mayor empleo, mayor inversión. Pero este consumo se realiza a través de muchas formas, entre ellas el endeudamiento. Las familias, así como las empresas, utilizan la deuda como una vía para adquirir bienes y servicios. Desde los años 60 en los países desarrollados, el acceso al crédito se hizo más expedito gracias a la utilización de las tarjetas de crédito, medio de pago utilizado en Chile en los 80 y que se vio masificado en las dos décadas posteriores. Este acceso fácil al crédito, y por lo mismo al consumo, ha permitido a familias gastar y después pagar, mediante un ahorro posterior al consumo, comodidad cuyo costo son los intereses y otras cuestiones como comisiones y seguros.

La crisis financiera de 2008 castigó fuertemente a quienes venían con un grado de apalancamiento superior, es decir, muy endeudados. La crisis financiera sirvió – “no hay mal que por bien no venga” – para que con mayor o menor agrado, las familias se ordenaran en sus niveles de endeudamiento, y por ende de consumo. Este ordenamiento fue apoyado forzosamente por las instituciones crediticias que elevaron las barreras para acceder a créditos, ya que debieron “limpiar” su cartera de clientes, frente al origen de la crisis que fue el préstamo a los “subprime”.

El escenario actual en Europa, también se vincula con el sobreendeudamiento de algunos países. Claro está que en gran parte de las economías, y como vía de solución a la crisis financiera, las deudas privadas se trasladaron al endeudamiento público (“salvataje” de instituciones financieras, por ejemplo), lo que genera, no sólo incertidumbre sobre la capacidad de pago de las familias y empresas, sino además de las economías completas.

Si consideramos las consecuencias en Estados Unidos de la crisis financiera y lo que está aconteciendo en los países del euro podremos darnos cuenta que los niveles de endeudamiento se verán disminuidos por obligación. Por una parte esto afectará los niveles de vida de las familias, y por otra los niveles de inversión de las empresas. Destaco además los niveles de emprendimiento, que generalmente son apoyados también por deuda. Esto que se puede leer como muy lejano es una realidad. Amistades que viven en lo que se denomina “Main Street”, tanto en Estados Unidos como en España e Italia me acotan que la calidad de vida de los habitantes no es la misma si se le compara con la que llevaban hace un lustro, lo que evidencia niveles de satisfacción inferiores, a causa de la disminución en el consumo.

Nuestra economía abierta se ve afectada por esta disminución en los niveles de consumo, pero la conclusión más importante es que como país nos debemos preocupar de educar a las personas en torno al consumo responsable y al endeudamiento responsable, para no vernos aquejados por lo que hoy perjudica a los países desarrollados.