lunes, 14 de septiembre de 2009

Necesitamos PRODUCTIVIDAD

Podemos leer en cualquier libro básico de economía, que el aumento de la productividad de los factores de producción es el pilar fundamental del crecimiento de cualquier país. Y como lo demuestran diferentes indicadores, la productividad en Chile ha disminuido durante el último tiempo.

Pero, ¿qué entendemos por productividad? Yo lo explico como la eficiencia en los medios empleados para el logro de un objetivo. Es ganar más con los mismos recursos. Por lo mismo, aumentar la productividad no se traduce necesariamente en complejas estrategias corporativas, sino también en pequeños cambios en los hábitos culturales del cómo trabajamos cotidianamente.

Costumbre es, en algunas empresas, que las personas lleguen a su lugar de trabajo, ojalá justo a la hora, para recién tomar desayuno. El cafecito y un sándwich para “comenzar bien el día” son el pretexto para demorarse en empezar con el deber. Tal desayuno se alarga los lunes con el comentario deportivo. Ya a medio día, otro cafecito, mejor aún si es fuera de la empresa, en el lugar de siempre, dejando la chaqueta en la silla de la oficina, como prueba física ante el superior de la presencia de quien esquiva sus tareas y funciones.

Durante toda la jornada, los fumadores pierden 30 minutos de trabajo por su adicción, siempre y cuando puedan fumar en su misma oficina, ya que si tienen que salir fuera del edificio, los minutos perdidos se duplican. Incluso el tiempo desperdiciado es superior cuando el fumador, que muchas veces prefiere fumar un “cigarrito conversado” lo hace visitando a otro fumador en otra oficina, en una suerte de peregrinaje social.

Internet también puede ser utilizada con fines poco productivos dentro del horario laboral. Comentar las fotos de otros en Facebook, actualizar el Twitter, revisar el correo personal, programar las vacaciones y para qué decir sobre los juegos en línea, o el simple solitario, que concentran al trabajador en perezas permisibles en los tiempos de ocio personales.

Según un estudio de la Information Work Productivity Council, los ejecutivos de medianas y grandes empresas gastan un 20% de su tiempo en contestar y enviar correos electrónicos y un 10% hablando por teléfono. ¿Qué porcentaje del total de correos que usted recibe son correos basura? ¿Cuántos correos que usted envía son correos basura para otros? ¿Cuánto tiempo se pierde en revisar diversos PowerPoint sobre vistas áreas curiosas, fotos raras, chistes de diversa naturaleza, mensajes ecologistas, positivos o que simplemente, de seguir la cadena y reenviarlos a tus amigos, tu vida cambiará sin siquiera esforzarte por aplicar el Sermón de la Montaña a tu vida? ¿Cuántos minutos se pierden en llamadas telefónicas con extensos preámbulos o con mensajes sin sentido laboral? Estudios demuestran que toda conversación telefónica se puede hacer en menos del 50% del tiempo empleado, sin dejar de decir el mensaje central con la inteligencia emocional que requiere.

Quizás piense que soy algo extremista. Obvio que estoy de acuerdo en que las personas necesitan un clima organizacional agradable, que es más productivo hacer transferencias bancarias por Internet que ir al banco, que una conversación vía Messenger puede ser más eficiente que viajar a una reunión a otra ciudad, pero no me cabe duda que si nuestra cultura laboral fuese más eficiente y productiva, podríamos producir más, ganar más o dedicar tiempos mayores a nuestras familias, y en esto, todos estamos de acuerdo.

El problema muchas veces es peor, en algunas empresas se trabaja mucho, pero se trabaja mal. Hay procesos basura que no conducen a nada, que se hacen porque sí, porque alguien lo dijo o porque hay que hacerlo, sin ninguna razón, o simplemente se redefinen procesos y políticas una y otra vez, “reseteando” la empresa, olvidando que las organizaciones deben tener memoria y una cultura orientada hacia el aprendizaje organizacional.

Estoy convencido que se puede aumentar la productividad, que podemos hacer más con menos. Cuando se disminuyó la jornada laboral de 48 a 45 horas semanales, muchas empresas (dependiendo del sector industrial) aumentaron su productividad, ya que el producto fue el mismo, pero con menos horas de trabajo, con más horas dedicadas a la familia, con trabajadores más satisfechos, y con ahorros en algunos de los costos indirectos.

Si queremos ser un país desarrollado nuestra productividad laboral debe ser similar al de los desarrollados. Cambiar, depende de cada uno de nosotros. Somos capaces de mejorar la productividad ordenando nuestro trabajo y los procedimientos al interior de las empresas, haciendo de nuestra cotidianidad, un esfuerzo por ser responsable de los recursos que disponemos: iniciativa, esfuerzo, habilidades, competencias, dinero, tecnología, información, tiempo y talento, entre muchos otros. Sé que podemos.