lunes, 8 de diciembre de 2008

Rutina y monotonía


Menos mal que llegó enero y ya los últimos adornos navideños han sido retirados. Pienso en lo contenta que debe estar la Sra. Ingrid, telefonista de una empresa, que al lado de ella instalaron a fines de noviembre el arbolito de Navidad con un Notebook, que tocaba villancicos durante toda la jornada laboral. Peor aún, el computador no alteraba el orden de las 18 melodías.

Como todo el día los escuchaba, cuando regresaba a su casa seguía tarareando "Noche de paz, noche de amor (…)", "Pero mira cómo beben los peces en el río (…)", "y no poseo más que un viejo tambor, rom pom pom pom, rom pom pom pom (…)". Ya no daba más de tanta monotonía.

Recuerdo el caso de don Antonio, papá de un amigo, quien trabajaba en una construcción. Su labor era recorrer todas las paredes, piso a piso, de cada edificio en obra, revisando el enlucido del muro y detectando las imperfecciones de las paredes, a fin de indicarle a su acompañante dónde tapar los desniveles u hoyos con pasta-muro. En el fondo, su trabajo era mirar con mucha precisión todos los muros y detectar dónde había un hoyo o bache.

A raíz de su trabajo, se subía a la micro y con sólo mirar el techo detectaba rápidamente todas las imperfecciones, o bien iba a comprar al almacén de la esquina, y mientras esperaba que lo atendieran, su vista ya empezaba a recorrer los muros. La monotonía ya lo tenía aburrido.
Es que efectivamente la monotonía agota, es una carencia de variedad en lo que uno hace y que comúnmente las personas confunden con la rutina. La rutina no es negativa, ya que de por sí permite generar un hábito permanente, con el cual puedes realizar una secuencia de actividades sin razonarlas cada vez logrando un uso adecuado del tiempo y otros recursos.

El más claro ejemplo de la eficiencia de una rutina es la secuencia de actividades que cada uno de nosotros realiza al despertarse por la mañana de lunes a viernes. La sola repetición cotidiana hace que una serie de acciones y diligencias se hagan en un tiempo reducido gracias a su reiteración, como sabiendo de memoria la carta Gantt correspondiente. Un caso opuesto es el de mi amigo Raúl, quien cada mañana razona improvisando el orden de sus actividades matutinas, y por ende logrando tiempos ineficientes, o bien disfrutando de la reinvención permanente.

Que el orden de las actividades se repita, puede ser el procedimiento perfecto para lograr la eficiencia, pero que todas las acciones sean sin variación, es caer en monotonía. Buscar el equilibrio justo entre rutinas y variedad es quizás uno de los propósitos que nos podemos plantear para este 2009, o al menos para su verano.