martes, 15 de julio de 2008

Congreso en Santiago

Hace aproximadamente unos veinte años, las autoridades de la época decidieron que el Poder Legislativo tuviese su sede en Valparaíso. Para algunos, esto era un ejemplo de la intención de descentralizar el país, mientras que para otros, un gesto comunicacional o de marketing cuya intención era aumentar los votos favorables de los porteños frente al plebiscito de 1988.

Con el Congreso en Valparaíso, fueron enormes las proyecciones para las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar que se comentaron. Era cosa de imaginar todo el encadenamiento de servicios y bienes que tal infraestructura en funcionamiento traería para nuestras comunas, junto con el número de puestos de trabajo, y el traslado de diputados y senadores a vivir a nuestras comunas, al menos por determinadas semanas al mes, personas con poder adquisitivo que realizarían compras en el comercio de nuestras ciudades.

Se realizó un concurso público para escoger el edificio. Ganó uno de dos torres conectadas por una serie de pisos en su parte superior, que como puente generaban una ventana, aquélla que iba a permitir a los habitantes de los cerros ver el mar entre dos torres que les taparían la vista.

Una vez en funcionamiento, y con el pasar del tiempo, hemos sido testigo de dos cosas. La primera, de una serie de reiteradas amenazas de trasladar el Congreso a Santiago, lo cual fue fuente de burlas por parte de comediantes que afirmaban que tal envergadura no podría cruzar con éxito los túneles de la ruta 68. Y la segunda, que en estricto rigor, el Congreso no ha creado todos los beneficios económicos que se pensaron para nuestras comunas. Somos testigos como miembros del poder legislativo llegan desde Santiago directamente al estacionamiento del edificio, y por la tarde salen de él directo a Santiago, sin siquiera consumir una taza de café en comercio de la esquina.

Por tanto, los beneficios para la Región han sido marginales. Algunas empresas efectivamente son proveedoras, y genera algunos empleos, pero en ningún caso comparado a las cifras proyectadas hace 20 años. La pregunta entonces que creo es necesario hacer es qué sucedería si el Congreso se traslada a Santiago.

La respuesta dependería de qué se haría con ese edificio, puesto que si se deja vacío, o subaprovechado, la mejor opción es mantener el Congreso en Valparaíso. Pero si la alternativa es la concesión del inmueble, por ejemplo, a una serie de empresas tecnológicas internacionales, o a una gran empresa internacional de símil sector industrial, los beneficios para Valparaíso serían enormes, ya que realmente se traduciría en un polo tecnológico que daría empleo y generaría una serie de empresas relacionadas, junto al potencial de la zona, que es por cierto universitario, permitiendo la investigación, el desarrollo de productos tecnológicos, y la innovación, tan necesaria para el crecimiento del país durante la próxima década.

Si es así, entonces lo mejor que podría sucederle a nuestras comunas, es que el centralismo haga de las suyas, y nos permitan la oportunidad de generar un desarrollo real para nuestra Región.