lunes, 28 de marzo de 2016

Entrevista sobre la Productividad en la Quinta Región de Valparaíso

1.-¿Cómo visualiza la productividad de los trabajadores de la Quinta Región? Podríamos decir que el habitante de la Quinta Región es uno de los menos productivos del país. En función del PIB per cápita, nuestra productividad está bajo un 20% del promedio nacional, y es un 75% inferior a la productividad del habitante de la región de Antofagasta. Hay que entender que en este caso productividad es el resultado de una persona en relación a los recursos empleados, por tanto no podemos hablar de productividad si no hablamos de eficiencia. Y para ser eficientes no me cabe duda que se requiere de tecnología. Cuando hablo de tecnología, no me refiero sólo a maquinaria y equipamiento, sino también a la forma de hacer las cosas, a los procesos, a los modelos de negocio, y transversalmente a la inversión asociada a la persona y a la tecnología. Bajo este punto de vista, la mirada no cae exclusivamente en el trabajador, sino en el contexto en que éste se encuentra, ya que en principio no debería de haber diferencia entre dos chilenos, uno de nuestra región y otro de cualquier otro lugar. Lo que cambia son sus circunstancias, marcadas principalmente por la inversión y la tecnología. En tal sentido, la productividad de nuestros habitantes está marcada por la composición económica de la región y de la tecnología, capital humano e inversión asociada a dichos sectores. Por ejemplo, el sector minero posee niveles tecnológicos y de inversión superiores al agrícola, por lo que un trabajador en la minería es más productivo que en la agricultura. Como en nuestra Región sólo el 15% del PIB regional se explica por la minería, y no el 65% como en la región de Antofagasta, tendemos entonces a ser menos productivos. Esta razón es la explicación para comprender por qué Chile mantiene su nivel de desempleo pese a enfrentar un escenario de bajo crecimiento: las personas se han trasladado de un sector altamente productivo como es el minero hacia otros con productividad inferior, luego disminuimos el crecimiento pero mantenemos el número de personas empleadas. 2.-¿Cree que hay algo en particular que nos diferencia de otras regiones? Sí, nuestra región posee sectores industriales con menor uso de tecnología e inversión asociada a ésta, sectores a su vez con menor crecimiento que el promedio nacional. Principalmente me refiero a la industria manufactura. En la medida que no se dinamice la industria jamás seremos más productivos. En ese sentido las autoridades gubernamentales y los empresarios son clave en el desarrollo económico de la región, y sólo mejoras en las condiciones externas e internas de este sector permitirían avanzar hacia contextos de mayor crecimiento e inversión. En el último tiempo he leído a muchos criticar la obsesión de los economistas por el crecimiento, y aquí tenemos una clara demostración que no están equivocados: en nuestra región un 20% de sus habitantes viven en condiciones de pobreza o indigencia, versus el 9% de la región de Antofagasta. Crecer implica que muchos chilenos dejan tales condiciones. 3.-¿Considera que la idiosincrasia de los chilenos permitiría que en el país se llevarán a cabo, en mayor medida, prácticas como el teletrabajo? La idiosincrasia de los chilenos ha cambiado bastante en los últimos años, y eso también se aprecia en el plano laboral, donde las empresas han evolucionado desde culturas laborales más rígidas a otras algo más flexibles. Si bien el teletrabajo se ha ido imponiendo gracias al empleo de nuevas tecnologías, tales como el correo electrónico y plataformas colaborativas online, queda mucho por avanzar ya que aún persiste la idea de que un trabajador mientras más horas trabaja en la oficina, más produce y mayor es su compromiso con el proyecto, dejando en un segundo plano el logro de los objetivos de su puesto de trabajo. La incorporación de la mujer en el mundo laboral, el aumento del número de familias monoparentales, los problemas en la movilización urbana, el encarecimiento de los metros cuadrados de oficina, el deseo de reclutar y retener talentos, la necesidad de todos de compatibilizar mejor la vida personal y el trabajo, y un sinfín de variables permiten visualizar que la cultura laboral debe evolucionar aún más: la flexibilidad cada día será más necesaria si se busca ser más productivos. En tal sentido, no podemos concebir la flexibilidad laboral como un privilegio, sino como una necesidad. Difícil es cambiar la cultura de trabajo, pero pienso que el primer paso es que las gerencias conversen con sus equipos y se planteen avanzar en grados de flexibilidad, y que estas conversaciones sean abiertas. Las nuevas generaciones de trabajadores son los denominados “millennials” y ellos buscan justamente eso: flexibilidad y transparencia. Las universidades deben formar a los nuevos profesionales considerando estas variables, por lo mismo a los estudiantes se les debe fomentar en el trabajo colaborativo y a distancia, utilizando las nuevas tecnologías que permiten desde ya ayudarlos a que puedan desarrollarse en el plano familiar, laboral y académico. 4.-¿Es mayor la productividad en el ámbito privado que en el público? ¿Existe una brecha considerable entre ambos sectores? Existen diferencias entre las empresas privadas y las públicas que limitan hacer un adecuado análisis comparativo, diferencias que me permito resumir en tres. En primer lugar en la empresa pública no necesariamente existen los resultados económicos, lo que restringe el análisis en función de la productividad. Segundo, los marcos legales son diferentes para ambos tipos de empresas, obligando a la pública a poseer costos económicos producto de obligaciones administrativas, desde el control y supervisión, hasta limitaciones en su quehacer, y restricciones presupuestarias por ejemplo en la escala de remuneración. Tercero, y pienso que es más relevante de lo que comúnmente se piensa, la empresa pública se encuentra inmersa en estructuras mucho más monopolísticas, condición que siempre restringirá la productividad. Lo mejor para la productividad es la libre competencia. 5.-Algunos consejos para fomentar la productividad en las empresas. Habría que ver el caso a caso, pero en términos generales las empresas tienen que replantearse permanentemente la forma en que operan, la capacidad de evolucionar y adaptarse no sólo la tienen los seres vivos más fuertes, sino además los más inteligentes, ya que finalmente la inteligencia es la capacidad de adaptación de las especies, de las personas, de las empresas. Y esa inteligencia está radicada en la alta gerencia, la que debe decidir qué modelo de negocio utilizar, cómo generar más valor con menos recursos, haciendo un buen uso del capital, invirtiendo en proyectos que permitan evolucionar a la empresa y su cultura, a sus trabajadores y sus técnicas, en procesos más eficientes y flexibles. Muchas veces los gerentes desconocen las necesidades de sus colaboradores, y orientarse al bienestar no es sólo otorgar beneficios, sino también hacer que su trabajo sea más eficiente. De ayudarles, no sólo mejora su bienestar laboral, sino también mejoran en su productividad. Los trabajadores no deben ver a la productividad como más trabajo por menos dinero, sino que como una forma de mejorar sus remuneraciones a través de una agregación superior de valor, en definitiva mejores resultados. Entonces, una mayor productividad mejora la calidad de vida de las personas, ya que finalmente ven progresos en sus remuneraciones y tienen más tiempo para su vida familiar. Hace un siglo los enfoques más taylorianos ya indicaban esto, pero hoy todavía muchos empresarios están amarrados a formas de pensar decimonónicas. Por otra parte, una de las variables importantísimas a la hora de referirnos a la productividad es preguntarnos por el nivel de competencias de quienes trabajan con nosotros, y qué tan pertinentes son dichas competencias a las necesidades de la empresa y si existe potencial para lograr un upgrade en su producto. Por lo mismo, la inversión en las personas permite también contar con un mayor capital humano que facilite acceder a tecnologías y a niveles más altos de productividad. No cabe duda que la capacitación y el desarrollo pertinente de nuestros colaboradores, junto a los cambios tecnológicos, apalancan una empresa o una economía, permitiendo así agregaciones de mayor valor. Por último destacar el enfoque a la calidad y al desarrollo sustentable: no hay cosa menos productiva que enmendar lo que se hizo mal, por tanto el aseguramiento de la calidad, y la autorregulación hacia el buen actuar responsable son características de las empresas altamente productivas. 6.-¿Es Chile un país productivo? Según datos de The Conference Board la productividad por hora de un chileno durante el 2015 fue de alrededor de US$27, un dólar bajo los uruguayos que encabezan la región, y bastantes dólares más elevada que los habitantes de otros países sudamericanos (argentinos US$22; brasileños US$17; colombianos US$16). Esta productividad es bastante menor a la de cualquier europeo, cuya productividad alcanza sobre los 60 dólares la hora. Me ha tocado apreciar cómo se trabaja en las firmas alemanas, y es increíble cómo ellos laboran arduamente, mucho mejor coordinados que nosotros, con la cantidad justa de trabajadores, y la tecnología adecuada, finalizando sus jornadas en menor tiempo y compatibilizando mejor su vida familiar con la laboral. Allá el modelo en el cual se encuentra un puesto de trabajo es más productivo porque está bien pensado en su origen. Una empresa para mejorar en su productividad debe reordenar sus procesos, plantearse el modelo de negocio y de inversión, y a partir de ahí definir y establecer los roles. 7.-De los factores que inciden en la medición de la productividad, cuáles son una fortaleza y debilidad para Chile. Ideal si señala cómo podría el país mejorar sus puntos débiles y potenciar sus fortalezas. Durante el último tiempo Chile ha perdido productividad debido a muchos factores: poca flexibilidad microeconómica, ínfima inversión en investigación y desarrollo, escasez de capital humano, sistema de educación rígido y no pertinente, altos costos logísticos, estructuras de mercado con tendencia a los monopolios, fluctuaciones en el tipo de cambio, y una agenda gubernamental no enfocada en el crecimiento, entre muchos otros. Resulta anecdótico el planteamiento que el Gobierno ha tenido sobre la reforma laboral, ya que sin lugar a dudas apunta en dirección contraria a la productividad, y en esto la autoridad cae en una paradoja, toda vez que intenta impulsar ambos ya que por una parte promueve un marco legal que agrega rigidez al mercado laboral y por otra nombra a este año 2016 como “el año de la productividad”. A mi entender el primer paso para mejorar en productividad a nivel país es cambiar la mentalidad, debemos comprender que el crecimiento es fundamental para derrotar la pobreza, que la educación desde la primera infancia hasta la superior debe minimizar las brechas entre las competencias logradas producto del sistema educativo y las competencias que el mercado laboral requiere, que la rigidez del mercado laboral termina afectando a los trabajadores, que en Chile se requiere más I+D, que debemos dejar de ser productores de commodities y que debemos orientarnos hacia la diferenciación vía agregación de valor, que necesitamos urgentemente energía, obras públicas, en fin, si no logramos cambiar la mentalidad, nuestra cultura, jamás seremos un país desarrollado. Me detengo en un ejemplo, no entiendo por qué en Chile los avances en materia de productividad, pienso en I+D, que se logran en la minería no se expanden a otros sectores productivos. Ahora bien, en relación a las fortalezas, Chile posee una estabilidad política destacable a nivel continental, políticas macroeconómicas que han demostrado ser las adecuadas y que han permitido recibir inversión extranjera. Esta fortaleza debería de refocalizarse en una serie de reformas orientadas a la productividad. Tiendo a pensar que el foco del actual gobierno debió haber estado en el crecimiento y no en la igualdad, dado que con lo primero llegamos a lo segundo. Focalizarnos sólo en la igualdad conduce a políticas de redistribución, que tienden a homogeneizar, a emparejar, no a prosperar. No podemos instaurar en Chile un estado de bienestar que en los países desarrollados está teniendo severas consecuencias, a todos nos gustaría vivir en el paraíso, pero ¿quién paga aquello? Resulta paradójico hoy leer cualquier diario: en las noticias internacionales vemos cómo países más desarrollados toman medidas a favor de la productividad y del crecimiento alejándose del estado de bienestar mientras que en las páginas de noticias nacionales nosotros apuntamos en dirección contraria. Claro está que ningún candidato presidencial puede ganar una elección pregonando la productividad ya que siempre “venderá” más la igualdad. Esto confirma que no hay otra clave: cambiar la manera de pensar.