jueves, 3 de abril de 2014

Dios guarde a S. E.

La reforma tributaria planteada por el ejecutivo en 175 páginas y publicada recién 30 horas después de su presentación, finaliza con la frase con que titulo la columna, nada más oportuna sobre un proyecto que podría traer diferentes consecuencias, positivas para una nación en desarrollo y que requiere cambios, y negativas para inversionistas, pequeños empresarios, personas sin trabajo, entre otros. La reforma tributaria afectará negativamente a las empresas ya que si la tasa impositiva aumenta de un 20 a un 25%, claramente se perjudica la utilidad después de impuestos. Específicamente, para las sociedades anónimas abiertas el efecto sería de hasta un 35% (25% impuesto primera categoría más un 10% por retención asociado a los dividendos). Quién sabe si de aquí se desprende la visión tan negativa que se tiene sobre esta reforma y que ha implicado valoraciones negativas del IPSA en relación a la media de sus pares. Otros aspectos de la reforma, como la eliminación del FUT también perjudican a las empresas, ya que no se incentiva la inversión al reducir la capacidad de autofinanciamiento. También se subiría la tasa del impuesto de timbres y estampillas, haciendo más costoso los créditos, afectando nuevamente la capacidad de financiamiento. En el ámbito positivo, las empresas de menor tamaño se beneficiarían por la reducción de la tasa de los PPM y lo relacionado a la depreciación acelerada. Por su parte, la depreciación inmediata se aplica más a las grandes empresas ya que el activo fijo está más asociado a la capacidad de producción. Ahora bien, esto permitiría descontar de los impuestos las inversiones dentro del primer año, compensando el efecto FUT en ellas. Indudablemente estamos ante un cambio bastante estructural, de tener un estado principalmente subsidiador a un estado benefactor, a poseer una estructura mucho más pesada, con un par de puntos porcentuales menos en materia de PIB potencial, con un par de puntos porcentuales más de desempleo, pero con beneficios sociales en diversas áreas, a contar de diversas reformas, empezando por una educacional. Estoy convencido de que se requiere una reforma tributaria, pero ésta debe discutirse y elaborarse sobre la base de un presupuesto. Buscar financiamiento a algo que desconocemos no es un buen proceder, es comparable con la aprobación por parte de una junta de accionistas de un aumento de capital sin conocer sus fines. Quizá lo que finalmente se apruebe diste de lo remitido por el ejecutivo, entretanto habrá diversas discusiones que aportarán incertidumbre a un país que busca estabilidad. Esperemos que el resultado tenga la coherencia que buscamos y que permita financiar otras reformas necesarias pero no cuantificadas.