martes, 16 de marzo de 2010

Trabajo y Temblores

“Ya estamos chatos con tanta réplica” le respondieron a un amigo gerente su equipo más cercano. Él cada mañana al llegar a su oficina consultaba con un clásico, monótono y rutinario “Buenos días, ¿cómo están?”, pero la respuesta de esa jornada le llamó la atención y la tensión. Notaba, desde que ocurrió el terremoto, que los trabajadores de la empresa estaban más ansiosos e inseguros en su actuar, perjudicando el ánimo de la organización y su gran dilema es cómo lograr motivar a su equipo en estas temblorosas circunstancias.
Indudablemente los hechos acontecidos en las últimas semanas son excepcionales. Esto porque su ocurrencia no es seguida, y porque la magnitud de todas maneras fue asombrosa. Por lo mismo, las personas hemos vivido diferentes emociones, desde situaciones altamente adrenalinitas como el mismo terremoto, hasta acontecimientos de impacto emocional interior, como experiencias familiares derivadas de los sismos, o simplemente la exposición a diferentes dramas a través de los medios de comunicación.

Capítulo aparte, en todo este enjambre, fue la alerta de tsunami de hace unos días, donde la gente corrió angustiada por los planes de Valparaíso, Viña del Mar, y el resto de comunas con costa, alertada también por angustiados carabineros que, cumpliendo órdenes, gritaban la alerta de tsunami como si la ola se encontrase a escasos metros, muy estilo Spielberg, produciendo un caos, y haciendo que la desinformada y angustiada población, corriera innecesariamente hasta lugares donde ni la famosa ola de Katsushika Hokusai podría llegar. Si a esto se le agregan cortes de agua y de luz y la incertidumbre de la continuación de los servicios de telefonía móvil, no es para menos afirmar que estamos todos tensos, por no decir locos. Los recuerdos de las vacaciones ya dejaron de ser un bálsamo que alivia el regreso al trabajo, puesto que lo acontecido, y todo lo que deriva de aquello, no nos ha permitido tener un marzo normal, y quien sabe augurar algo por abril.

Es en las empresas donde peor se puede vivir una situación de emergencia, ya que la lejanía con los familiares, la angustia de no saber de ellos, y la ansiedad generalizada y catapultada colectivamente, impiden sobrellevar los segundos o minutos de las ya odiosas réplicas. No es la solución definitiva, la cual sólo podría pertenecer al Creador, pero sí un recurso útil para quienes ocupan un puesto directivo: conversar sobre lo acontecido, servir de apoyo y colaboración, entender y comprender, empatizar con quienes más miedo y angustia tienen, junto con planificar qué hacer y cómo operar en caso de una réplica mayor. Por lo mismo he incentivado a amigos gerentes y directivos de empresas e instituciones a iniciar una campaña que, adicional a los planes de evacuación y emergencia, contribuya con dar sobre todo tranquilidad a sus equipos, paz que se contagia también a sus familias.