miércoles, 8 de octubre de 2014

IMACEC de Agosto

Me encuentro doblemente sorprendido por el IMACEC de agosto de tan sólo un 0,3%. Por una parte, no deja de llamar la atención que la desaceleración de la economía - tildada de “frenazo” - marque un nuevo mínimo, y por otra parte además sorprende porque las autoridades de gobierno había señalado por todos los medios que habíamos “tocado fondo” el mes pasado, y sin embargo, la economía nacional, un mes después, continúa en lo que muchos calificarían como caída libre. Esta situación, sólo comparable con la de nuestro país afectado por un terremoto, demuestra objetivamente el contexto negativo de la economía nacional. Si para un escenario trágico como lo sucedido en 2010 se tomaron medidas especiales de fomento, pues resulta del todo apropiado que el gobierno genere un plan de estímulos directo y efectivo, “a la vena”, que permita ver el futuro económico de manera más optimista. De no hacerlo, probablemente aumentará el desempleo en nuestro país, incluso por sobre el 7% para fines de año, afectando el consumo y un sinfín de variables sociales y económicas. Junto a lo anterior, claridad en reformas y disminución de incertidumbre en diversos planteamientos deberían ser parte de una política que permita complementar un presupuesto generador de fomento y medidas de empleo que faciliten la reactivación. De esta manera el país debería salir fortalecido de esta situación, y con certidumbre social y económica avanzar en aspectos de mediano y largo plazo que afectan nuestro país. Por último, es necesario que la autoridad económica no anuncie con optimismo el fin de una desaceleración cuando el consenso de especialistas indican y demuestran lo contrario, ya que con el tiempo su credibilidad disminuye, de igual forma que discursos pesimistas traerían nefastos desenlaces. Es fundamental, sobre todo en épocas de incertidumbre, que la comunicación de la autoridad posea un elevado componente técnico – como la gran mayoría de los ministros de Hacienda anteriores – evitando caer en discursos que parte del mercado termina tomando como palabrerías. Este cambio de enfoque permitiría no sólo una mejor comunicación entre la autoridad y los agentes de mercado, sino además agregaría confianza a una economía que la requiere con premura.