viernes, 10 de mayo de 2013

Día de la madre emprendedora.

Se celebra el domingo el Día de la Madre. Quizás, con ciertos aires comerciales, o de culpa, se siente la obligación casi imperiosa de congratular a quien nos trajo al mundo, o bien nos cuidó de tal manera que merece tal apelativo. Nuestras madres no sólo nos contuvieron por nueve meses, sino que nos sostuvieron por mucho tiempo más. Durante este lapso, valores y enseñanzas, a través de su propio modelo de actuar, fueron el marco de nuestro oportuno crecimiento y formación. Hoy, gran parte de la literatura especializada afirma que el medio, y en particular la familia liderada por la madre y/o el padre, es pieza fundamental en el desarrollo emprendedor de sus hijos. Claro que como académicos en ciencias empresariales, podemos potenciar dicha actitud, pero su incubación más efectiva y “de raíz”, es precisamente en el núcleo familiar. En tal sentido, desde pequeños, los hijos observan el patrón maternal. En Chile, por ejemplo, se puede apreciar fácilmente como frente a cualquier problema económico, son justamente las madres, las que con iniciativa, tesón, constancia y trabajo generan algún ingreso que ayude a paliar aquella difícil circunstancia. En los estratos más modestos lavan, cocinan, venden, se emplean, generan un pequeño comercio, “se las arreglan”. Entre ellas, se organizan fácilmente, algunas cuidan los niños del resto a fin de liberarlas para su jornada de trabajo. Otras, se coordinan para cocinar en comunidad, y de esa forma generar suertes de economías de escala en la preparación de sus comidas. En los estratos medios, muchas madres han debido ingresar al mercado laboral o generar un pequeño emprendimiento para complementar, e incluso suplir, los ingresos económicos del padre. Por último, en las clases más altas, las madres hoy también se han activado laboralmente, buscan su desarrollo profesional, e incluso personal a través de voluntariados y obras benéficas. Es que actualmente ser mujer implica compatibilizar al menos dos roles, ser madre y ser trabajadora. En tal sentido, una de las más antiguas disposiciones orientadas a proteger la maternidad en la trabajadora es la aprobada en 1919 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), instrucción conocida como el Convenio N° 3. Posteriormente, en 1952, se revisó y reformuló bajo el nombre de Convenio 103, que implica otorgar la merecida importancia a la maternidad, como responsabilidad compartida entre la trabajadora, la empresa y el Estado, acuerdo ratificado en su momento por nuestro país. De esta forma, este Convenio otorga justa protección a la maternidad y genera viabilidad en el cumplimiento del doble rol de ser madre y trabajadora. Es en ese escenario, donde las empresas deben asumir como suyas las circunstancias de sus trabajadores, permitiéndoles cumplir su rol maternal, paralelamente a su efectiva colaboración a los objetivos corporativos. De esta forma, la empresa se hace cargo de su entorno donde está inmersa, y la mujer puede simultáneamente ser mamá y trabajador. Justamente en este potente tándem, es donde las madres encauzan a sus hijos, a través de su propio modelo, de sus valores, de sus actividades, conciernas y opiniones, generando en ellos el sello que les permite enfrentar la vida y sus situaciones. Es aquí donde el entorno familiar puede ser proclive a contribuir y generar una actitud emprendedora entre sus nacidos, a fin de desarrollar en ellos la pasión por la innovación y el goce del trabajo bien hecho. La familia es la cuna del emprendimiento, y en ella la madre juega un rol clave. La de enseñarnos que con perseverancia, entereza y esperanza, se es capaz de enfrentar cualquier tipo de situaciones, aun complejas. Porque el emprendimiento y la innovación nacen en las personas que buscan conferir más que recibir, se originan en aquéllos que buscan entregarse a una idea que les apasiona y que les quita el sueño, que están aptos para darse por completo, que son capaces de amar. El verdadero emprendimiento y la real innovación nacen de las personas que por amor, son capaces de hacer cualquier cosa. Por esto, las madres son modelos claves en la actitud emprendedora de sus hijos, y bien merecen que, al menos un día del año, le dediquemos algo más que nuestro cotidiano afecto y aprecio.