martes, 28 de enero de 2014

Vacaciones: tiempo de vivir

Febrero representa para la mayoría de nosotros un tiempo de vacaciones. Es momento de olvidarnos de nuestro quehacer cotidiano. Por tanto prometo no escribir nada relacionado con la economía ni con los negocios. Ahora es tiempo de vacaciones. Veraneo se decía antiguamente, ya que las familias aristocráticas cambiaban de residencia durante los meses de esta estación para “cambiar de aire”, descansando del calor y disfrutando de la vida social que en el campo o en los balnearios acontecía, y que potenciaba los lazos sociales entre sí. Los habitantes de Santiago se trasladaban a sus casas de veraneo ubicadas en Viña del Mar o Cartagena. Hoy, un siglo más tarde, las familias de clase media-alta y alta se trasladan al litoral central (Reñaca, Zapallar, Cachagua, entre otros lugares) o bien al sur, donde tienen sus casas de veraneo, actualmente llamadas “segunda vivienda”. Pero el concepto de trasladarse por todo el período estival ha cambiado por aquellas apuradas, estrechas y siempre cortas semanas, generalmente tres. Vivimos todo el año apresurados y contra el tiempo, y ahora que debemos descansar, también lo tenemos que hacer apurados. Además, con el precio del dólar por el suelo (prometí no hablar de negocios) al momento de comprar nuestras vacaciones y por las nubes al momento de viajar, nuestros niveles de angustia se agudizan cuando toca aprovechar cada segundo de nuestras foráneas estadías. Recorrer el Museo d´Orsay en dos horas, subir una pirámide para descansar en la cima por tres minutos, o recorrer grandes distancias para obtener la fotografía deseada sujetando la torre Pisa, o con unas cascadas como fondo, no tiene sentido como colofón de un año en que vivimos ganándole tiempo al tiempo. Es que el tiempo escasea. Y escasea no porque los días sean más cortos o los meses y años tienen menos días, sino porque las actividades que nos ocupan y preocupan son cada vez más. Es que nuestra sociedad, supuestamente más desarrollada, acentúa la problemática entre las personas y el tiempo. El tratar de hacer más cosas en el mismo rato del que se disponía antes nos conduce a un vertiginoso vivir, muchas veces con costos familiares altos y con un gran sacrificio personal. No sé si terminamos siendo prisioneros del reloj y del calendario, o bien esclavos de las diligencias y prontitudes. Lo que sí sé, es que el ritmo de la vida está agrediendo la serenidad del ánimo. La gran cantidad de actividades por hacer en el mismo tiempo, implica jerarquizar qué estímulo es más importante que otro. Algo puede dejar de ser importante, cuando algún otro quehacer externo se nos presenta como urgente. El colapso de actividades por hacer y la imposibilidad de jerarquizarlas, se traducen en una estática de nuestro comportamiento, en la inmovilización, en un enorme gasto interior que busca en lo urgente y ajeno, esquivar lo importante y personal que estamos dejando de lado. Aprender a ser amo y señor de nuestro tiempo sabiendo cómo administrarlo, significa ahondar en nuestras propias limitaciones y disipar qué hacer y qué actividad no cometer. Privilegiar la meditación a la agitación y preferir el ser al quehacer, pueden ser nuestros propósitos no sólo para el tiempo de vacaciones, sino para toda nuestra vida. Ya es tiempo de vivir.

miércoles, 15 de enero de 2014

Algunos desafíos de Bachelet

El contexto nacional e internacional genera algunos desafíos a la Presidenta electa Sra. Bachelet en materia económica: la agenda de reformas de su plan de gobierno; las expectativas sobre estas reformas; el escenario internacional (límites, desaceleraciones, populismos) y el problema energético, no como cortes e interrupciones del servicio, sino como contexto de escasez y de depreciación en la competitividad del tejido empresarial del país. En el ámbito de las reformas genera temor en los empresarios los posibles cambios tributarios que desmotivarían inversiones extranjeras y chilenas, perjudicando la imagen país, el empleo y el crecimiento. Empresarios de diferentes rubros y en diversos contextos así me lo han manifestado. De hecho, hace un par de semanas en una cena de camaradería con empresarios franceses todos concordaban que retirarían la totalidad de sus inversiones de Chile, de no mantenerse las condiciones económicas actuales. El aumento impositivo en 5 puntos porcentuales (de 20 a 25%) no genera tanta incomodidad, como el cambio de base retirada a base devengada (eliminando el Fondo de Utilidades Tributarias), o el aumento del IVA a inmuebles (en un 9%). Pienso que tras los primeros cien días del nuevo gobierno, deberían de haber señales claras de confianza desde la Moneda hacia el empresariado, y así creo que será, ya que indudablemente el nuevo equipo de gobierno entiende que es el crecimiento económico el camino para la superación de la pobreza, el logro del desarrollo y la manutención de los equilibrios político sociales. En ese contexto se genera un nuevo desafío para la Presidenta electa: gobernar sin defraudar. Las expectativas de la gente, los no empresarios ni inversores, son elevadas. La contención de las demandas sociales será clave para la estabilidad, y es de esperar que en la estrategia no se tenga que emplear recursos populistas, muy común en Sudamérica. Este escenario, se ve complejizado por un precio del cobre 2014 con presión a la baja, China en proceso de desaceleración controlada (o cambio en la estrategia de crecimiento), retiros de estímulos en la economía estadounidense (precaución con las tasas de interés y tipo de cambio), problemas en economías como la brasileña y la argentina, y complejidades con Perú y Bolivia, redundantes de escribir. Por último, y ajeno al cambio de gobierno y al mundo, los problemas de energía, o mejor escrito: la carencia de una estrategia país sobre el tema; la judicialización del problema y los elevados costos que afectarán la competitividad empresarial generan un gran reto para su gestión. A mi entender este será el desafío económico más complejo de solucionar para la Presidenta electa, toda vez que me muestro más optimista en su capacidad de solucionar los anteriores.