miércoles, 11 de abril de 2012

Economía y Popularidad

Objetivamente el gobierno ha demostrado un adecuado manejo económico. Esto lo afirmo principalmente por dos indicadores: la tasa de crecimiento económico y los niveles de empleo. Sin embargo, los indicadores de popularidad, los niveles de percepción de las personas sobre la gestión, según diversos estudios de opinión, no señalan resultados satisfactorios. Curiosamente destaca en ellos como el principal atributo del gobierno su gestión en el ámbito de las relaciones internacionales – dudo sobre el conocimiento que sobre este tema tenga la muestra recalcando que son estudios que obedecen a la percepción – y no su gestión en lo que a economía se refiere, pese a los buenos resultados demostrados.

Últimos estudios sociológicos, ya discutidos ampliamente en 2011, apuntan a una supuesta vinculación entre el índice de popularidad de un gobierno y la inflación en el territorio bajo su administración. Si la inflación es mínima, demuestra que los precios en promedio no están aumentando significativamente y por ende los presupuestos familiares tienden a estar bajo cierto control. Si por el contrario, la inflación aumenta, la percepción de las personas es que su consumo empieza a superar su restricción presupuestaria, generando supuestamente una menor aprobación al gobierno. Por las características demográficas de nuestro país, dicha vinculación entre inflación y popularidad gubernamental tendría mayor relación en lo que hace un tiempo a la fecha se ha denominado como “el IPC de los pobres”, es decir, la inflación considerando como canasta los bienes y servicios de consumo en segmentos de menores ingresos, productos que también son del consumo de la clase media-baja. Una relativamente alta inflación trae consigo una menor popularidad del gobierno, puesto que los presupuestos familiares se contraen, efecto que ocurre principalmente en estos segmentos de una población, y por tanto sería labor de un gobierno que busca elevar su popularidad mejorar en este punto.

Un camino de solución es la disminución de impuestos que permitan disminuir el precio de muchos bienes y servicios. Probablemente el lector al igual que muchos políticos ya está considerando él que se refiere específicamente a los combustibles, pero su reducción – que por cierto sería muy aplaudida – no traería consigo una mejora en la popularidad, foco de esta columna, pues la mejora presupuestaria en los segmentos bajos no sería del todo positiva, ya que sería un alivio principalmente a la clase media y media alta, recortando también los beneficios sociales de las clases media-baja y baja, segmento que es el foco de nuestro análisis.

Entonces, si las medidas no pueden ir canalizadas vía impuestos, sí pueden ir de la mano de bonos, dirigidos a los segmentos que más necesitan una ayuda presupuestaria, en los tiempos y oportunidades que las familias lo necesitan (invierno, navidad, marzo) y no necesariamente – permítanme ingenuidad – en los meses previos a algún proceso eleccionario. De ésta y quien sabe otras formas de tipo comunicacional, el gobierno podría mejorar su popularidad y pensar en la continuidad política de quienes lo apoyan.