lunes, 24 de octubre de 2011

Indignados y Demagogos

En el último tiempo hemos estado viviendo en diversos niveles, pero generalizado en todo el mundo, un movimiento social que demanda una mayor participación en todas las áreas y esferas. Sin exagerar, es un fenómeno absolutamente extendido, y que los sociólogos y estudiosos del comportamiento humano están analizando y deduciendo de él las más diversas conclusiones.
Sea en Europa, en Asia, o en nuestra América, los fenómenos sociales consistentes en manifestaciones públicas están generando demandas de cambios o de políticas públicas nuevas: por la energía, por la ecología, por la libertad de expresión, por cambios culturales, por leyes específicas, en fin, por un sin número de situaciones, donde los integrantes de cada sociedad en particular, se manifiestan a fin de hacerse escuchar en calidad de “indignados”, de ahí el apodo por ellos recibido.
En tales realidades, los sistemas políticos y legales existentes tienen todos ellos los canales democráticos para que los integrantes de esa sociedad puedan dar su parecer y manifestar sus voluntades, y me refiero específicamente al derecho a manifestarse públicamente ejercido en la calle y al derecho a voto ejercido en la urna. Si bien ambas son formas legítimas de expresión, la pregunta es ¿por qué ha aumentado la primera por sobre la segunda? Estimo que una causa podría ser la mínima participación de los más jóvenes en los procesos electorales, ya que la mayoría no se inscribe ni participa en dichos pasos.
Pienso que si bien se tiene el derecho a manifestarse públicamente, éste no puede ser la única forma de hacerlo, ya que para que sea verdaderamente legítima tal manifestación, debe ir necesariamente acompañada de la expresión de nuestras voluntades, ideas y necesidades por los canales constitucionales y legales, es decir, nuestra manifestación en la urna de votación. Sin nuestra participación por los canales constitucionales y legales, la expresión en la calle, obviamente, pierde su legitimidad.
Por otra parte, y es lo que más me preocupa, movimientos sociales como los que estamos viviendo en muchas partes del mundo, pueden dar pie a que personas asuman liderazgos demagógicos y muy transversales, pues las multitudes finalmente siempre necesitarán quien los guíe y represente, y ya se pueden apreciar como algunos políticos y economistas están alineándose al sentir de grupos de “indignados”, haciéndose parte de ellos, aun contra sus propios principios, valores, actuaciones anteriores y dichos previos.
Lamentablemente los demagogos confunden a las personas, pues finalmente las demandas asertivas de algunos se embrollan con las locuras de otros, y los mayores beneficios son obtenidos por quien ejerce el liderazgo embaucador y no las personas “indignadas” que se fiaron. Peor aun si confían su voto, pues el demagogo puede obtener legítimamente autoridad y poder para resolver cuestiones de manera absurda, generando en el largo plazo más “indignados”, que no logran darse cuenta que la democracia se debe construir y cuidar entre todos.