jueves, 21 de julio de 2011

En la urna y en la calle

En el último tiempo hemos estado viviendo en diversos niveles, pero generalizado en todo el mundo, un movimiento social que demanda una mayor participación en todas las áreas y esferas de las distintas sociedades. Sin exagerar, es un fenómeno absolutamente extendido, y que los sociólogos y estudiosos del comportamiento humano están analizando y deduciendo de él las más diversas conclusiones.
Sea en Europa, en Asia, o en nuestra América, los fenómenos sociales consistentes en manifestaciones públicas están generando demandas de cambios o de políticas públicas nuevas: por la energía, por la ecología, por la libertad de expresión, por cambios culturales, por leyes específicas, en fin, por un sin número de situaciones, donde los integrantes de cada sociedad en particular, se manifiestan a fin de hacerse escuchar.
En tales realidades, los sistemas políticos y legales existentes tienen todos ellos los canales democráticos para que los integrantes de esa sociedad puedan dar su parecer y manifestar sus voluntades. Éstos en nuestro país son aquéllos que son elegidos como sus representantes en los órganos públicos, vale decir, Presidente de la República, Diputados, Senadores, Alcaldes, Concejales. Ellos son los que nos representan y los elegimos porque nos personifican, y además encarnan nuestras ideas o ideologías, por eso optamos por cada uno de ellos. De esta forma las corrientes mayoritarias como las minoritarias están debidamente representadas para que se legisle y se den soluciones como políticas públicas representativas de acuerdo a la voluntad de quienes los eligieron.
Entonces cabe preguntarnos ¿cómo es posible que no se confíe en aquéllos que elegimos para representarnos? ¿Ya no nos representan? O debido a otros factores quienes nos representan no fueron escogidos en las oportunidades democráticas correspondientes, sino más bien a designaciones posteriores, tales como determinados reemplazos en el Congreso. O bien, continúo con hipótesis, quienes se manifiestan simplemente corresponden a quienes su representante no los encarna, por haber optado por otro de los candidatos a la plaza política.
Pero en todos los casos anteriores, ¿por qué debemos entonces salirnos de los canales constitucionales y legales para hacer presente nuestras ideas y necesidades? Si bien ambas formas de manifestarse: la calle y la urna de votación, son formas legítimas de expresión, la pregunta es ¿por qué ha aumentado la primera por sobre la segunda? Estimo que una causa podría ser la mínima participación de los más jóvenes en los procesos electorales, ya que la mayoría no se inscribe ni participa en dichos procesos. ¿Por qué? Muchos jóvenes afirman que hoy los partidos políticos no los representan, abriendo entonces espacios a liderazgos transversales.
Pienso que si bien se tiene el derecho a manifestarse públicamente, ésta no puede ser la única forma de hacerlo, ya que para que sea verdaderamente legítima tal manifestación, debe ir necesariamente acompañada de la manifestación de nuestras voluntades, ideas y necesidades por los canales constitucionales y legales, es decir, nuestra manifestación en la urna de votación. Sin nuestra participación por los canales constitucionales y legales, la manifestación en la calle, obviamente, pierde su legitimidad. ¿Será entonces la inscripción obligatoria y el voto voluntario la solución?

Populismos en 140 caracteres

Para muchos Twitter es una de las herramientas de comunicación más poderosas que se ha creado. Esta red social es capaz de facilitar a sus usuarios el envío de mensajes de a lo más 140 caracteres a todos quienes los siguen, permitiendo así una interconectividad alta en un tiempo reducido. Si bien es utilizada por muchos como un sustituto de otros entretenimientos, ya que utilizan el sistema como un chat de cotidianidades, otros usuarios la manejan con el fin de compartir opiniones, planificar actividades y organizar eventos de diversa índole. Debido a que es una red social abierta, permite comunicarse directamente con autoridades, artistas famosos, o quien estimes conveniente, siempre y cuando también tenga una cuenta Twitter, así como también facilita la comunicación con quienes no conoces, pero posees actividades, intereses y opiniones similares, en mi caso la economía.
Personalmente aprecié sus buenos resultados en 2010 con el terremoto. Aquella noche, gracias a la interacción que teníamos algunos con el cientista político Patricio Navia quien se encontraba en el Aeropuerto JFK de Nueva York, muchos podíamos recibir y retransmitir información durante toda esa nefasta jornada. Durante los días siguientes al sismo, Twitter sirvió como una red de contactos para ubicar a gente desaparecida o bien para conocer el estado de ciudades y pueblos del sur, pues no existía mucha comunicación dentro de nuestro territorio, muy similar a la labor de los radioaficionados.

Por otra parte, el sistema también permite masificar opiniones, cuyo objetivo es movilizar personas, grupos, masas a objetivos de carácter popular. Sin entrar en detalles de movilizaciones que a mi juicio responden a este nivel, pues no es el objetivo de esta columna, me concentro en explicar el proceso: un usuario genera una opinión en menos de 140 caracteres, y por lo mismo sin argumento alguno ni evidencia, que despierta la sana solidaridad de otro, y de ahí a varios, todos ellos generan un grupo, un pequeño movimiento social de tan sólo consonantes, vocales y espacios por no más de 140 caracteres, que facilitan la oportunidad para algún interesado en popularidad, quien recoge tal idea y la replica, ya ahora no sólo con el apoyo de un grupo de personas, sino de un “rostro” lo que hace a otros actuar y moverse para satisfacer el gusto de ellos y así quedar bien con todos.

Encuentro excelente que se satisfagan las necesidades de las personas, pero creo que Twitter no necesariamente facilita la “democracia real” como la han definido, sino que genera espacios, no sólo para que se escuchen demandas reales, sino también para que oportunismos populares nazcan. Y en este sentido, nuestro continente tiene ejemplos de sobra.

Por lo mismo, mi voz es la de alerta, para que se entienda que Twitter es una red social con limitaciones, y que los debates comunales, regionales y nacionales requieren, o mejor dicho, exigen otros escenarios, otras vías de comunicación que faciliten líneas de argumentación, igualdad de participación, y otros elementos propios de una democracia real y no virtual.