viernes, 25 de febrero de 2011

Negocio Festivalero

Al finalizar el Festival Internacional de la Canción vale la pena analizarlo desde el punto de vista del negocio para la ciudad. El Festival por cierto que siempre posee ciertas falencias y debilidades, como cualquier obra humana, más si está a la vista de todos, pero es innegable que genera un posicionamiento internacional importante para la ciudad de Viña del Mar, principalmente, o mejor dicho, exclusivamente en latinoamericanos e hispanoparlantes estadounidenses. Pasado “el charco” atlántico, familiares de Paolo Meneguzzi y algún melómano pop conocen de su existencia, pero claramente este evento no se enfoca a ellos.

Sin perjuicio de su relevancia principalmente nacional, es el evento más importante del verano chileno en materia de espectáculo. Cada año otros festivales mejoran su programa con números de primer nivel, a un costo inferior que el de Viña del Mar ya que los show no son transmitidos por televisión, y menos sufren el desgaste, que por ejemplo tienen los humoristas, por las reproducciones en Youtube. Pero aunque otros eventos empiecen a ser una real amenaza en términos de espectáculo, es el Festival de Viña el que hoy lleva el liderazgo. Sin embargo, el análisis no debe basarse sólo en la imagen proyectada, sino además, en cuantificar los beneficios de esa imagen, la rentabilidad que genera e implementar estrategias que permitan descubrir cómo sacarle un mayor provecho.

Quizás la principal crítica que se le ha asociado en los últimos años, es su proceso de popularización en su línea editorial, marcado por la música actualmente masiva y los números de humor, más de ambientes de Revista que de espectáculos musicales. Esto orienta el evento a un público masivo, chileno, y aleja a otros del disfrute.

Como parangón, en otros países los carnavales son los propios de esta época: el de Barranquilla con sus bailes afroamericanos, el de Río con sus bailes cargados de endorfinas, y el de Venecia con sus máscaras y disfraces cada vez menos distinguidos. Estos eventos tienen la cualidad de integrar más la ciudad y sus habitantes al espectáculo, ya que si bien en su epicentro recogen la esencia popular, tienen espacios para otros públicos de gustos variados y más cultivados. Estar en estas ciudades durante sus eventos es participar involuntariamente en ellos ya que de todas maneras el espectáculo te acoge y no te excluye. Y es esa quizás la mayor oportunidad del Festival: buscar involucrar más a la comunidad y turistas en actividades paralelas que satisfagan todos los gustos, para aprovechar todos los segmentos de mercado que el turismo pueda abarcar. Concentrarnos únicamente en el actual público de la Quinta Vergara es arriesgarnos a un solo segmento de mercado, que consume bienes y servicios de poco valor agregado.

Por lo mismo no podemos olvidar que el Festival, no sólo es un show televisivo, ni una excelente fuente de promoción en Latinoamérica, sino además es un excelente negocio que debemos saber aprovechar expandiéndolo y generando valor en los bienes y servicios de la ciudad.