lunes, 31 de enero de 2011

Espejismos de Opiniones

Cada día nos inundamos con números, porcentajes, resultados de encuestas de diferente confiabilidad, sea de aprobación de unos o desaprobación de otros: proporciones de chilenos que fuma, que bebe alcohol en demasía, que comen comida “chatarra” o que hacen ejercicio, etc. En fin, un conjunto de datos que, a veces nos despiertan la curiosidad para saber quien está considerado mejor que otros o, quienes van decayendo en la apreciación del común de los chilenos. Es más, los resultados de estas encuestas varían dependiendo de la fuente, donde incluso pueden ser contradictorios entre instituciones con fines divergentes.

Todas estas mediciones sólo podrán resultar positivas en la medida que puedan cumplir con su fin, con el propósito por el que ellas son realizadas, siendo objetivas y utilizando una metodología científica y correctamente descriptiva.

Sin embargo, muchas de las consultas que se formulan carecen del debido rigor estadístico y son respondidas por las personas sobre la base de la “percepción”, es decir, de lo que se “intuye”, “estima” o “sospecha” que podría ser la respuesta, transformando a cualquier encuestado en un experto sobre un tema. En muchas ocasiones, lo que se concluirá en estos estudios informales no es un resultado sobre la realidad misma de la materia consultada, el objeto buscado, sino sólo la percepción global, la que evidentemente, por no representar “la realidad” se debe tener conciencia de que dicho resultado como tal, es la suma de simples percepciones. Útil quizás como exploración, pero no como descripción científica de la realidad.

El efecto perverso de lo anterior, es que va potenciando el pensamiento colectivo y haciendo “realidad” lo que no es tal. Vale decir, la encuesta de “percepción” hace producir como cierto valor de realidad y por lo tanto vemos que se comienza a dar y a asumir como un hecho real o, incluso, puede llegar a que todos crean que es así, que es absolutamente real, sin ser tal. Como un espejismo de opinión. Este error no muestral, junto al interés de la fuente, puede arrojarnos resultados de encuestas que no reflejan el verdadero sentir del universo.

Por otra parte, se debe cuidar que las decisiones que se tomen en base a encuestas, incluso las que recogen la opinión de manera seria y científica, e inclusive censos, no signifique atentar sobre los valores objetivos e inamovibles. En efecto, muchas veces se piensa que si la mayoría opina de una forma, esa conclusión es considerada válida y se toman medidas y resoluciones teniendo como único fundamento esa mayoría, independientemente de valores morales objetivos. Por ejemplo, el derecho a la vida no puede ser analizado a partir de la opinión de una encuesta. No porque una mayoría, incluso circunstancial y temporal opina de una determinada manera, esa conclusión será conforme a los valores objetivos y permanentes del ser humano.

Velar por el rigor científico en los resultados expuestos por encuestas es una labor de todos, a fin de describir la realidad y encauzar la opinión pública y las altas decisiones por el camino de la verdad científica.

lunes, 24 de enero de 2011

Mente en vías de Desarrollo

Durante estos días me han consultado permanentemente por los efectos que trae para nuestra economía el aumento en el precio del dólar, y por consecuencia del precio de la bencina y del transporte, así como recomendaciones para invertir el dinero en este primer semestre, y diversas proyecciones para los indicadores macroeconómicos de 2011. Pero permítame comprensivo lector, referirme a algo que creo aún más relevante: la dificultad mayor que tendrá la economía chilena en la década que recién comienza.
Constantemente se plantea como meta que Chile sea un país desarrollado. Incluso muchos economistas y políticos de todas las tendencias plantean plazos y fechas según sus proyecciones de crecimiento para el país, y que varían dependiendo de la definición que existe para “país desarrollado” y del objetivo del discurso. Esta permanente ansia de ser desarrollado se vincula, quizás, más a las características aspiracionales, propio de muchos análisis sociológicos actitudinales de nuestra nación, por sobre datos objetivos vinculados a la superación de la pobreza o avances en infraestructura pública y tecnológica.
Un país en desarrollo o en vías de desarrollo posee una renta per cápita aceptable (sobre unos 8.000 dólares anuales), un Índice de Desarrollo Humano sobre la media, tasas elevadas de formación de capital y una economía basada principalmente en los recursos naturales por sobre industrias con mayor agregación de valor; variables que sin duda hemos mejorado, pero que nadie asegura podamos continuar mejorando en el mediano plazo. Por tanto, el foco de la discusión debería estar planteado en la mejora de éstas variables, por sobre la obsesión de obtener el calificativo de “desarrollado”, el cual es sólo una grata consecuencia.
Centrados en los indicadores económicos, mi preocupación para la nueva década es cómo Chile plantea crecer, puesto que los niveles de desarrollo actuales tenderán a estancarse para inicios del siguiente lustro si no mejoramos en variables tales como la innovación, investigación y en la agregación de valor. Por lo mismo, asumirnos como “en vías de desarrollo” nos permite dialogar sobre características sociales que hacen de nuestra nación, una población en vías de desarrollo.
Nuestra actitud hacia el ahorro, o nuestro comportamiento en el consumo principalmente basado en el de los países del primer mundo, nuestra forma de trabajar y muchos otros ejemplos revelan que nuestra cultura es en vías de desarrollo. Una mente en vías de desarrollo jamás nos hará ser un país verdaderamente desarrollado, pues el desarrollo económico no sólo implica innovación, competitividad y productividad, sino además, y previamente, un cambio de mentalidad.
Cambiar nuestra forma de pensar implica como país invertir en educación, en benchmarking internacional a nivel empresarial, en mejoras de eficiencias intra e inter industrias, en valorar la innovación, lo diferente, como una oportunidad de crecimiento y no como una debilidad que atenta nuestra insegura y propia mente subdesarrollada.

martes, 11 de enero de 2011

La comunicación incomunicada.

No crea usted que el título de esta columna fue escogido sólo para causar el interés del lector, que por cierto eso ha logrado, sino que para explicar un concepto que efectivamente acontece cotidianamente y que describe, en gran parte, la relación entre las instituciones de educación superior y la empresa.

Muchas teorías de la comunicación avalan la idea de que todo comunica, desde una simple señal de tránsito con una flecha hacia la izquierda, hasta situaciones en las que uno podría pensar que no existe comunicación y, sin embargo, igual se produce. Específicamente la comunicación incomunicada se explica en ejemplos tan cotidianos como cuando la única respuesta de tu interlocutor es un silencio, deduciendo por tu parte la respuesta según sea el contexto, o bien cuando dos interlocutores hablan sin lograr entenderse, deduciendo ellos que no logran comunicarse.

Pues bien, es en este marco en que uno podría establecer relaciones entre actores donde la comunicación se da de manera incomunicada, como es el caso de muchas instituciones de educación superior y las empresas, situación propia de economías no desarrolladas. Justamente el desarrollo de economías está apoyado entre muchas otras variables, en un diálogo complementario entre ambos tipos de organización, que permiten desarrollar competencias de manera continua a la población en virtud de los requerimientos de la comunidad, extensión de igual modo e investigación asociada al desarrollo de la nación.
Por lo mismo vale preguntarse por qué la comunicación entre la institución de educación superior y la empresa es incomunicada. Planteo al menos las tres hipótesis. La primera de ellas, se refiere a que ambas partes desconocen la importancia, la sinergia, que tendría ese diálogo, y por tanto, no visualizan las ganancias, económicas y no económicas de dicha vinculación. La segunda hipótesis surge del lenguaje, ya que podría ser incomunicada cuando la relación se da con definiciones diferentes para mismos conceptos, por ejemplo, los conceptos de eficiencia o de productividad entre una y otra. Por último, la tercera hipótesis la origino desde los prejuicios que existen de una a otra y viceversa, basados quizás en las diferencias de lenguaje.

Independiente de cuál hipótesis sea la correcta, o varias de ellas, u otra, el trabajo para que la comunicación no sea incomunicada ha sido parte de los objetivos esenciales de la Comisión Universidad – Empresa creada por ASIVA hace algunos años, y es justamente esa mesa la que espera facilitar tal comunicación. Aun cuando sea responsabilidad de cada institución o empresa vincularse, debe existir siempre una organización que vele para que en nuestra sociedad la cultura de la colaboración domine los espacios de una economía en desarrollo que pronto exigirá de sus instituciones una mayor y mejor vinculación, en plena sociedad del conocimiento.

lunes, 3 de enero de 2011

La amenaza de Wikileaks

“La web derribará a uno de los principales bancos del mundo, mostrando su sistema de corrupción” afirmó recientemente Julian Asange, fundador de Wikileaks. El banco aludido es el Bank of America, una de las instituciones vinculadas al sistema financiero norteamericano que tuvo relación con el inicio de la crisis financiera, y por cierto, uno de los bancos más grandes del mundo.
La función de desclasificar archivos por parte de Wikileaks es altamente atrayente en términos de la información divulgada. De hecho es una institución mediática cuyo supuesto fin es filtrar (leaks) información que a sus ojos refleja el comportamiento poco ético de algunos, ya sean gobiernos, instituciones o empresas. Esta acción obviamente cautiva audiencias al enterarnos de lo que se dice “a baja voz” en las oficinas más privadas del planeta, o se escribe en los computadores más inaccesibles. En el fondo, es la farándula de alto nivel, impulsada por un supuesto promotor de la transparencia, que hace cuestionarnos los niveles frágiles de seguridad en organismos que pensábamos eran herméticos.
Pero es esta transparencia la que muchas veces se puede hacer peligrosa. Enterarnos de todo, generar máxima nitidez no puede ser del todo adecuado. Claro, quién no va a cuestionar a la Verdad como un valor esencial de personas y de nuestra cultura, pero hay ciertas cosas que, aun siendo verdades, siempre deben mantenerse en secreto, merecen la discreción. No todos debemos saber todo. Porque, sin faltar a la verdad, la información pertenece a algunos, así como la prudencia debería pertenecernos a todos.
Pues bien, sin prudencia, se podría transparentar más de lo necesario: aquello que, por ejemplo, sólo satisface a la curiosidad. Pero es de interés, por cierto, conocer qué sucedió al inicio de la crisis financiera, no sólo por fisgonear o para evaluar culpabilidades, sino para aprender cómo se originó y así evitar crisis futuras. Ya otra cosa es enterarnos públicamente del manejo interno de instituciones o de secretos que, por satisfacernos en la curiosidad, afecten nuestra estabilidad económica.
Las noticias que el mercado debe informar están claramente establecidas por ley en lo que se denomina un “Hecho Esencial” de una compañía, y los gobiernos tienen sus canales de comunicación públicamente establecidos y son muy cautelosos, o deberían serlo, con las noticias financieras y económicas, pero divulgar o transparentar información privada, que ponga en jaque a compañías o gobiernos en materia económica, podría poner en peligro la estabilidad del sistema económico mundial, ya que está lo suficientemente vinculado y conectado entre economías y sectores industriales.
De revelarse información que afecte a los mercados, un efecto dominó podría causar un daño mayor al beneficio de transparentar cierta información hurtada. Sólo habrá que esperar que la prudencia haga de Mr. Asange un Robin Hood de la transparencia, y no un delincuente de la privacidad.