martes, 30 de diciembre de 2008

¿De Miami a NY?

De a poco Viña del Mar se ha ido transformando en una especie de Miami chilena. Altos edificios cercanos a la costa y los jardines de la ciudad se llenaron de diversas especies de palmeras, como emulando a la capital de Florida.

Sin embargo, las diferencias con Miami son notorias. Destaco la que a mi juicio es básica: el clima. Nuestro eterno cielo gris matutino, la famosa vaguada costera, que como centro de baja presión atmosférica nos obliga a vestir un chalequito en los meses del estío.

Por otra parte, los avances en la conquista del borde costero son evidentes. El municipio de Viña del Mar ha invertido millones en la remodelación del ahora llamado Parque Costero, y que con una simple tabiquería bien pensada, ha permitido el goce popular en un espacio público, permitiendo una alternativa dominical a los centros comerciales.

Barcelona también realizó cambios en su costa. Pero para no ir tan lejos, se puede tomar el ejemplo de nuestra cercana Guayaquil, ciudad señalada como una de las más feas del mundo, que con el Malecón 2000 mejoró sustantivamente. Guayaquil construyó un gigantesco parque, con áreas para deportes, restaurantes, tiendas, artesanías, jardín botánico, un bellísimo museo y un cine espectacular, recuperando así la parte más antigua de la ciudad, para muchos la zona menos agraciada.

Es que el borde costero es la principal ventaja comparativa de las ciudades costeras como Viña del Mar, tal como lo han demostrado diversos estudios, potencial que por fin se está aprovechando.

Pero lamentablemente en uno de los rincones de nuestra ciudad, con vista a la desembocadura del ahora limpio estero, con plena vista a nuestro Cerro Castillo, al “Palacio” Yarur, al Casino, se ha instalado un enorme letrero electrónico o cartel publicitario, sin sentido de esteta alguno, ni armonía con la ciudad que sólo viene a dañar la clásica postal viñamarina, como si fuera las impopulares torres de alta tensión en la Patagonia. Choca a primera vista y es, sin lugar a dudas, un enorme perjuicio para el borde costero, para nuestra zona de turismo de mayor valor agregado como es San Martín en sus primeras cuadras.

A mi entender, trasformar a Viña del Mar en Miami ha sido señal de un desarrollo hacia un modelo de ciudad cosmopolita sin serlo y de poco gusto, al igual que Ciudad de Panamá. Pero otra cosa es transformar San Martín con 1 Norte en nuestro Time Square, símbolo de Nueva York. No, por favor. Me imagino que no irán a transmitir partidos de fútbol en él perjudicando el tránsito.

¿Qué modelo de ciudad queremos? ¿Qué puede ser más propio y de provecho turístico? ¿Por qué no San Remo, La Coruña o Sorrento? ¿Queremos llegar a ser la Miami de sudamérica? ¿Queremos tener rincones estilo Time Square o como Las Vegas por nuestro Casino?

Pensemos qué ciudad queremos y elaboremos una estrategia urbanística para lograr el modelo deseado. Pero por mientras, saquemos el gigante letrero electrónico, que afea lo más bello de nuestra antigua ciudad jardín. Sobran lugares en nuestra urbe a embellecer con dicha pantalla publicitaria.

lunes, 29 de diciembre de 2008

¡Ánimo!

Por estas fechas, todos realizan balances y resúmenes de lo que sucedió en el año. Se recuerdan historias de todo tipo, entre ellas jarrazos y zapatazos, y personajes de diversa índole que hicieron noticia. Pero cuando se sintetiza una serie de hechos, los más variopintos destacan por sí solos, opacando el brillo del actuar menos colorido.

Por lo mismo, es quizás el momento de recordar, de buscar, de indagar a un personaje, a una noticia que ya quizás no resuene, pero que significación tenga para la síntesis anual del país. Significación que podría ser más por su enseñanza que por el logro objetivo de alguna hazaña o aporte.

A mi juicio, uno de los hechos que pasó desapercibido fue lo que sucedió con Literal. ¿Literal? Literal fue uno de los caballos chilenos que nos representaría en las Olimpíadas de Beijing este año, y que tras prepararse por años para tener una presentación olímpica, y después de un duro entrenamiento de tres meses por Alemania y Holanda, cuarentena sanitaria inclusive, fue eliminado antes de participar, por tener un aspecto desganado, poco feliz, cabizbajo. Fue tildado de ojeroso.

Literal fue el primer eliminado chileno en las Olimpíadas. Su fracaso, a mi entender, es la representación animal de un aspecto propio de nuestra identidad nacional, aquella suma de características que desde el siglo XVI ha caracterizado a nuestro país de calamidades como terremotos e inundaciones, y múltiples fracasos, tales como el recordado Fasat Alfa y otros menos anecdóticos.

Más encima, la declaración de su jinete como primera impresión al saber su descalificación fue un rotundo “Plop” citando a nuestra emblemática historieta. Al menos no fue el único caballo que no pudo competir ya que el brasileño fue eliminado por cojo.

“Poco feliz” lo encontró el arbitro, como si nos caracterizáramos por nuestras alegrías y colores. Todos concuerdan en que el chileno es gris y las tasas de medicación depresiva superan a cualquier nación vecina.

Este rasgo de desánimo, de no estar con ganas, de estar sometido a una mala suerte continua, no sólo ha estado presente en nuestro deporte, también en la economía y los negocios, donde “las pocas ganas” se traducen en las bajas tasas de emprendimiento que nuestro país muestra, y obviamente en las expectativas que los chilenos, en general, tienen sobre la economía.

¿Por qué acaso no ver el optimismo en época de crisis económica? ¿Qué oportunidades hoy están para las empresas, para la micro y pequeña empresa? ¿No es el momento de replantearse modelos de negocio aptos para estos tiempos? ¿No se presentarán buenas opciones para créditos hipotecarios? ¿Acaso no existen oportunidades para los inversionistas que poseen liquidez?

A mi entender, una crisis económica puede permitirnos oportunidades, emprendimientos, iniciativas que aprovechen la coyuntura, sin temor al fracaso eterno. La suma de fracasos construye la experiencia que permite los logros deseados, y puede ser el momento de empezar a cambiar nuestro pesimismo. Tarde o temprano todo puede terminar mejor. ¡Ánimo!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Rutina y monotonía


Menos mal que llegó enero y ya los últimos adornos navideños han sido retirados. Pienso en lo contenta que debe estar la Sra. Ingrid, telefonista de una empresa, que al lado de ella instalaron a fines de noviembre el arbolito de Navidad con un Notebook, que tocaba villancicos durante toda la jornada laboral. Peor aún, el computador no alteraba el orden de las 18 melodías.

Como todo el día los escuchaba, cuando regresaba a su casa seguía tarareando "Noche de paz, noche de amor (…)", "Pero mira cómo beben los peces en el río (…)", "y no poseo más que un viejo tambor, rom pom pom pom, rom pom pom pom (…)". Ya no daba más de tanta monotonía.

Recuerdo el caso de don Antonio, papá de un amigo, quien trabajaba en una construcción. Su labor era recorrer todas las paredes, piso a piso, de cada edificio en obra, revisando el enlucido del muro y detectando las imperfecciones de las paredes, a fin de indicarle a su acompañante dónde tapar los desniveles u hoyos con pasta-muro. En el fondo, su trabajo era mirar con mucha precisión todos los muros y detectar dónde había un hoyo o bache.

A raíz de su trabajo, se subía a la micro y con sólo mirar el techo detectaba rápidamente todas las imperfecciones, o bien iba a comprar al almacén de la esquina, y mientras esperaba que lo atendieran, su vista ya empezaba a recorrer los muros. La monotonía ya lo tenía aburrido.
Es que efectivamente la monotonía agota, es una carencia de variedad en lo que uno hace y que comúnmente las personas confunden con la rutina. La rutina no es negativa, ya que de por sí permite generar un hábito permanente, con el cual puedes realizar una secuencia de actividades sin razonarlas cada vez logrando un uso adecuado del tiempo y otros recursos.

El más claro ejemplo de la eficiencia de una rutina es la secuencia de actividades que cada uno de nosotros realiza al despertarse por la mañana de lunes a viernes. La sola repetición cotidiana hace que una serie de acciones y diligencias se hagan en un tiempo reducido gracias a su reiteración, como sabiendo de memoria la carta Gantt correspondiente. Un caso opuesto es el de mi amigo Raúl, quien cada mañana razona improvisando el orden de sus actividades matutinas, y por ende logrando tiempos ineficientes, o bien disfrutando de la reinvención permanente.

Que el orden de las actividades se repita, puede ser el procedimiento perfecto para lograr la eficiencia, pero que todas las acciones sean sin variación, es caer en monotonía. Buscar el equilibrio justo entre rutinas y variedad es quizás uno de los propósitos que nos podemos plantear para este 2009, o al menos para su verano.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Confianza

Fue en 2002 cuando entró en operación el sistema de los multifondos. A partir de ese año, cada uno de los que cotizan en una AFP puede escoger una opción entre cinco en la cual ahorrar su dinero. Las AFP no recomiendan directamente un fondo, sino que hacen un pequeño test a fin de sugerir, en función de las respuestas del afiliado, la alternativa más propicia.

Cada fondo, denominado con las cinco primeras letras del alfabeto, posee diferentes niveles de riesgo, siendo el A el que más lo posee y el E el más conservador. Esto, porque la exposición a la renta variable disminuye a medida que se avanza en el alfabeto. Mientras en el fondo A aproximadamente un 85% es invertido en renta variable (acciones y fondos de inversión accionarios en Chile, fondos mutuos accionarios en mercados emergentes y desarrollados) y el 15% restante en renta fija nacional, en el E el 100% pertenece a renta fija.

Por lo mismo, cuando los mercados accionarios están en alza, los fondos A y B muestran una mayor rentabilidad que los fondos D y E. Esto aconteció en general durante el primer lustro de operación del sistema. Sin embargo, cuando los mercados accionarios están en baja, los que menos pierden son el D y el E.

Esto es justamente lo que ha sucedido durante el último tiempo, donde los fondos más afectados son los que más renta variable poseen (A y B), fondos preferidos por los chilenos. Cambiarse a un fondo menos riesgoso, significa asumir la pérdida, ya que cuando los mercados vuelvan al alza perderían rentabilidad, al menos hasta que retornen a su fondo original.

Por tal razón, todas las AFP comunicaron a viva voz que no era conveniente cambiarse de fondo ya que se asumiría la pérdida, argumento que merece toda mi confianza ya que a mi entender, los mercados debiesen recuperarse, aunque nadie sepa a ciencia cierta cuando sucederá dicha reacción. Mientras, los mercados siguen desplomándose y más peso adquiere el argumento de no cambiarse de fondo ya que la pérdida sería aún mayor.

Es en este escenario que es preocupante la afirmación del senador Ominami quien planteó que algunos ejecutivos de las AFP se habrían cambiado de fondos cuando ellos mismos llamaban a la comunidad a no hacerlo. Según una AFP, el hacer público cuando un ejecutivo del sector se cambie de fondo podría traer consigo decisiones equivocadas por parte del afiliado en general.

Efectivamente no debiese ser de interés público y además ocasionaría distorsiones, ¿pero acaso no hay un problema ético en aconsejar lo contrario a cómo se va a actuar? ¿No podría haber conflicto de intereses y/o utilización de información privilegiada? Lo que sí está claro es que situaciones como ésta generan desconfianza, y es justamente aquélla la que más abunda hoy en los mercados.

Lo que queda más que claro, es que en la medida que no se genere un clima de confianza entre todos los actores, difícilmente éstos podrán recuperarse y evitar futuras crisis financieras, por muy regulados que ahora sí estén los mercados.